miércoles, 1 de agosto de 2018

La nueva revolución: ¿PAGANISMO vs CRISTIANISMO?

Una nueva revolución espiritual espera su turno en nuestro continente como remedio al mal que nos aqueja. El egoísmo.

Si, el materialismo congénito que el nuevo orden mundial ha logrado implantar en nuestro pueblo solo tiene un antídoto y es la revolución, la vuelta al origen, al principio donde todo se origino, y esa vuelta es interior, es intrincadamente espiritual.

Ese egoísmo ha envenenado sutilmente el alma europea, con la ayuda del materialismo, el buenísimo y el pecado, como arma coercitiva de la libertad.

Solo la total comprensión de la espiritualidad europea y los orígenes de la misma podrán desanclarnos de ese lastre que el Judeo Cristianismo nos impuso hace ya mas de 2000 años. ¿Esto significa una vuelta al Paganismo como religión, un enfrentamiento contra el Cristianismo? No.

El Cristianismo que profesan nuestros conciudadanos actuales, bien sea católico o protestante, es una amalgama de tradiciones paganas europeas, cultos judíos, deidades hindus, mesopotamicas, etc. Vaya por delante que ese catolicismo implantado tan arraigadamente en nuestra sociedad, es un catolicismo cultural mucho mas que religioso, por lo que no debería nunca estar en contra posición a las corrientes espirituales netamente europeas. Es mas, el paganismo entendido como religión no es mas que otra amalgama de corrientes, leyendas, tradiciones, aunadas sin la presencia de la Tradición, en mayúsculas. Un religión, tan artificial como el Cristianismo, producto del romanticismo y la new age.

Los miles de años de persecución y hostigamiento, mediante el pecado, la culpa y la demonizacion de todo aquello que les molestaba, hicieron que nuestros orígenes espirituales verdaderos llegasen casi a desaparecer. Así pues ¿que deberíamos plantearnos en la búsqueda de nuestro yo verdadero? tiene un difícil respuesta concreta.

La solución momentánea seria, desde un de vista lógico, ahondar en encontrar el origen de nuestras  tradiciones y comprender su significado real, mas allá del cultural que ha llegado hasta nosotros, y una vez así, deberíamos volver a celebrarlas o revivirlas en comunidad con los nuestros. Eso no tendríamos porque rechazar las puramente culturales que han llegado a nosotros por el catolicismo, ya que conociendo su origen y su naturaleza, no quedan desvirtuadas como hasta ahora.

A continuación pongo un texto que bien ilustra esto ultimo.

"Al tercer día resucito.

Un año más la Naturaleza cumple su rito de muerte y resurrección. Mas todo sería en balde si alguien no fuese consciente de su significado ancestral. Sé que al usar la palabra consciente no hago más que ahondar en la confusión. Absolutamente todo el mundo cree que ser consciente significa pensar o estar atento en algo o sobre algo. Hace bastante tiempo que concebí la idea de que estar consciente no significa necesariamente pensar. Es más, significa precisamente eso, no pensar. Pero entonces, se dirá, ¿cómo vamos a estar o ser conscientes si no pensamos? La facultad de pensar no debería ser más que un instrumento, no un objetivo. Como instrumento, el pensar en exceso, fuera de lo que la estructura humana reserva al mismo acto de pensar (sumar, restar, planificar lo que va a hacer el siguiente y poco más), sólo aporta mayor perturbación e inestabilidad.

Queriendo explicar lo que en esencia es inexplicable sólo podemos redundar entorno a un concepto o una percepción.

Estábamos diciendo que percibir lo que la tradición y la naturaleza nos recuerda en sus eventos cíclicos, no se debería reducir a pensar sobre ello, sino en ser conscientes de ello, y podemos afirmar que ser conscientes, se piense o no (subrayamos lo de “se piense o no”) indica algo muy alejado a un estado mental. Se trata de un estado (mejor quedaría la palabra estadio) de existencia. De un estado (o estadio) de conciencia, pero al usar este término estamos atribuyendo a todo el mundo como poseedor de conciencia, y en cambio lo que se trata evidenciar es que, lo que define a la humanidad actual, no es precisamente la conciencia, sino más bien la inconsciencia, aunque bien sabemos que es el hombre en su acepción general el único ente conocido que tiene la posibilidad de llevar la realización de este atributo en su plenitud.

Pero es el estado de inconsciencia lo que define el grado de abandono espiritual generalizado y la casi imposibilidad de acceder a la realización interior.

Más allá de lo que la mayoría piensa, el estado de espiritualidad avanzada es sinónimo de una conciencia que camina hacia su plenitud. Y el desarrollo en esa dirección no se puede encontrar en fórmulas mágicas ni en libros con secretos ocultos.

La Semana Santa nos recuerda cada año una potencialidad y una posibilidad de realización que sólo el hombre posee. Es el recuerdo permanente con la muerte, el nacimiento y la resurrección. El hombre debería morir a su condición rebajada para conquistar su dignidad divina en un nuevo renacimiento y poder avanzar en los mayores misterios de la divinidad con la resurrección.

El abandono de este mundo, y por ello la renuncia con dolor de todo lo que nos condiciona, es reflejado en el Viernes de Pasión. En ese día el Elegido podrá ser víctima del mundo al que pertenecía. Aquellos que parecían amarle le podrán traicionar, quizás por ignorancia, pero él, por conocimiento, se sobrepondrá. La historia cristiana nos habla del perdón y de la compasión hacia los demás. Pero deberíamos considerar que, más que perdonar, se trataría de superar la consideración y las críticas de los demás. Quien adopta esta actitud no necesita perdonar porque en principio no se siente ofendido. Podemos atrevernos a afirmar que nadie que se sienta ofendido, por algo que se le ha infringido, será capaz de perdonar, pues esa palabreja (la del perdón) es meramente un formulismo quasi cortés y formal. Solo perdona realmente quien no se ofende, lo cual implica ya una categoría espiritual no sujeta a ningún tipo de educación o formulismo. La famosa frase histórica: “perdónalos porque no saben lo que hacen” es sumamente indicativa. Bajo nuestro punto de vista, en este pasaje de la historia religiosa, no se estaba refiriendo a que, en ese momento, determinados personajes malhechores no sabían lo que estaban haciendo, sino que debería implicar la idea de que, en el estadio humano en el que se encontraban todos ellos, se les está excluyendo de cualquier tipo de consciencia que les pudiese hacer mínimamente responsables.

Aquel que está a punto de morir en la Cruz tiene un indicio (como mínimo) de conciencia divina, sabe que sólo muere una parte de Él. Por eso precisamente tiene que manifestar su humanidad mortal cuando dijo:  “Padre, ¿por qué me has abandonado?”. Aquel que pronunció esa frase, el hombre, es el que tenía que morir en la Cruz. El mismo que en muchas ocasiones de la vida conoció las tentaciones de la mente (el diablo ni más ni menos). Hay muchos momentos en el camino del conocimiento, y más aún antes de poseerlo en algún grado de plenitud, en los que el diablo (la mente perversa al máximo) da a entender que sabe más que el resto de los mortales, y que podría dominar a las gentes, el mundo y sus riquezas. Muchos se quedan ahí, siendo sobornados por los poderes de la mente, o por la ilusión de tales poderes. El dominio sobre la tierra, incluso a veces disfrazado de sublime ideal, de lucha por los demás, de querer mejorar el mundo, es lo que puede ser representado como un "quedarse a medio camino", sin saber morir, sin saber renunciar. Quedarse “a medias” puede llegar a significar un triunfo aparente en la vida. Muchos lo celebrarán, entre otras cosas porque un aparente genio surge para “ayudar”, para luchar por un mundo mejor en teoría.
En cambio la auténtica renuncia es la que casi nadie entiende. Podrá ser vista por algunos de los que te rodean como un fracaso o una derrota.

Pero dentro de la Verdad absoluta e intangible, el héroe que triunfa lo hará por todos, que sin duda, tarde o temprano van a morir a su estadio mental, y solo quedarán latentes en esencia. Y con esa esencia que todos llevan sin ser conscientes en la mayoría de los casos, alguien, posiblemente insignificante y desconocido para el mundo, puede conocer y reconocer, y ese es el secreto del perdón, de la misma Redención. No es que el héroe sea capaz de perdonar a unos inconscientes y quizás traidores sino que es plenamente sabedor de que ellos han sido derrotados, y que él, en cambio, sólo puede triunfar si es capaz de concebir que puede salvarlos a través de Sí mismo. “Cuando uno conquista el Grial, lo conquista para todos”.
Ese es el sublime acto del Viernes Santo. El color Negro.

Seguido viene el Sábado de Gloria. Es la subida a los cielos, la entrada al país de los Elegidos, Asgard. El héroe se ha despojado del poder y del lastre mental del cuerpo. Ha quedado liberado. Se ha cumplido el color Blanco. Los teóricos del espíritu podrían clasificarlo como Salvado, pero mucho nos tememos de que en esa condición de conciencia suprema el Salvado no pretendía serlo sino que pretendía salvar a los demás, a los suyos. Y aquí la acepción de "suyos" no puede ser inmersa en un contexto de pseudoelitismo o favoritismo sino que “los suyos” solo pueden ser aquellos que poseen un rango de una nobleza pura e inocente, ante la cual, y por su Liberación (matiz diferente al de Salvación), cualquier Héroe solar ofrecería su propia eternidad. Aquí habría que recordar otra frase famosa: “Quien quisiera ser salvado será condenado”.

Finalmente llega el dia de hoy, el Domingo de Resurrección. El Héroe Elegido, pudiendo quedarse entre los Suyos, vuelve a renunciar y se entrega a los demás, pero esta vez, habiendo renunciado a todo apego o deseo de gloria, sin ni siquiera ser visto ni reconocido, a excepción quizás de muy pocos, de aquellos que seguirán su mismo camino, porque Él, con su muerte y resurrección, les habrá ayudado y Ellos le habrán ayudado a Él. En esa fase final, determinada por el color Rojo, el héroe, estando más presente que nunca, habiendo dominado todos los secretos de los pequeños misterios, emprende la obra de los misterios mayores. La Resurrección comporta la llegada al estado que el budismo denomina Bodhissatva, el que vuelve para despertar a otros náufragos de los tiempos y de los mundos. De la misma manera que Odin volvía entre los suyos disfrazado de humano para que nadie le reconociera. Es el auténtico pudor del héroe hacia cualquier tipo de reconocimiento o de halago. Ese pudor puede formar parte de una falsa modestia cuando uno dice que no quiere ser reconocido pero que en cambio está actuando para hacerse notar, y es auténtico cuando de verdad renuncia a todo incluso a costa de ser menospreciado por los demás, aunque estos mismos hayan sido beneficiados por tal renuncia. Es la típica injusticia que a cualquier lector de novelas románticas le cuesta soportar. "Injusticia" por otra parte buscada por aquel que es consciente, aunque sea mínimamente, en ese tránsito hacia la Realidad espiritual.

Negro, blanco y rojo implica mucho más que todo lo que se pueda explicar y comprender.
Entender y comprender la muerte, y lo que ello supone en el Camino, es la primera traba a vencer. Es el primer techo, el primer impedimento en el que la mayoría irá cayendo, porque siempre es y seguirá siendo así. Unos caen y se levantan, otros no vuelven a ver la Luz, hasta que Alguien se la entrega en ese acto eterno de generosidad y verdadero Amor. Lejos y perdidos quedarán los seducidos por la idea de la Gloria e incluso por la idea de la Resurrección, mientras que cercanos a la verdad se hallarán los seducidos por la idea de la Muerte. Y es que la Gloria y la Resurrección llegan sólo si te olvidas de Ellas anhelando únicamente la Muerte. ¿Qué otro si no ha sido el anhelo de todo héroe? Morir por Algo superior a Él mismo.


El estadio previo a las tres fases es el más duro y el más difícil, pues se trata del cambio, de anhelar el cambio profundo, y sobre todo y más difícil aún: saber para qué se ha venido a este mundo; encontrar el sentido de la vida. Y es en ese momento cuando la derrota está más presente, es el momento de las eternas dudas. Siempre hay un paso trascendente que es cuando se abandona toda vacilación. El héroe ata su cuerpo al timón y soporta la tempestad.
No hay caminos a medias. O se naufraga o nos introducimos en el Centro de la Tierra.
Sólo entonces el día de Resurrección es el auténtico día de la Victoria. Y ese día todas las palabras dejarán de tener significado. Su rostro será una estatua inmortal."




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