Why Europeans Must Reject Christianity I
Porqué los Europeos Deben Rechazar el Cristianismo.
En esta primera, el autor que escribe bajo seudónimo, desde una perspectiva anti-cristiana algo nietzscheana, se desfoga racionalmente echándole en cara a dicha religión todos los males que ha cometido a través de la Historia, apelando a los testimonios que han quedado registrados a lo largo de siglos, que muestran que en sus orígenes los cristianos fueron los bolcheviques de su época. Las varias páginas de este escrito tienen como objetivo comprender que gran parte de la defensa hecha para justificar y casi asociar al cristianismo (un opio judío para la mente aria) con la auténtica alma europea son débiles pretextos y claras mentiras, dando a entender el autor que no puede pretenderse que la civilización occidental ocurrió gracias a la Iglesia sino a pesar de ella.
LA ENFERMEDAD DEL CRISTIANISMO
El filólogo clásico Revilo P. Oliver una vez describió al cristianismo como "una sífilis espiritual". El músico Varg Vikernes dijo que el cristianismo era un "problema para ser solucionado por la ciencia médica". Él lo describió como un "VIH/SIDA del espíritu y la mente". Sólo el paradigma de la enfermedad de transmisión sexual puede arrojar luz sobre la verdadera naturaleza de la religión cristiana.
En el caso de la sífilis, hay un período de latencia. Eso es análogo al crecimiento y difusión del cristianismo a través del Imperio romano, hasta el reinado de Constantino a principios del siglo IV. Los síntomas de la infección sifilítica aumentan en severidad, conduciendo a muchas consecuencias amenazantes de la vida. La degeneración neurológica y cardiovascular causada por la sífilis debilita al cuerpo del anfitrión. Si la infección continúa sin intervención médica, sobreviene la muerte. De manera similar, el cristianismo debilita y luego destruye al Estado por medio de la proliferación de sus ideologías derivadas más degeneradas, como el liberalismo, el socialismo y el feminismo.
El cristianismo es una perversión del instinto de auto-conservación. Eso hace de él un destructor de civilizaciones y pueblos enteros. Abrazar el cristianismo no es diferente de atar una soga alrededor del propio cuello y saltar desde un alto edificio. Aquello es suicidio para todos aquellos que estúpidamente permiten ser influídos por sus venenosas doctrinas. La cultura occidental se habría perdido para siempre si no hubiera sido por el redescubrimiento de la ciencia y la filosofía paganas durante el Renacimiento. Desafortunadamente para nosotros, el Occidente ha sucumbido una vez más ante esta plaga espiritual. La celestial ciudad de Dios ahora se sienta para juzgar a Occidente. El judío crucificado ha hablado: ¡el Occidente ha sido juzgado y ha sido encontrado deficiente!
La Iglesia siempre ha considerado a la terrenal ciudad de Roma con desprecio; la cultura anfitriona que incubó a dicha religión durante tanto tiempo no significa nada para esa puta de Babilonia, que se ha prostituído ella misma ante todas las naciones del mundo. Si toda la ciencia y la tecnología occidental llegaran a desaparecer de la noche a la mañana, la Iglesia no sería afectada en lo más mínimo; lo único que le importa es que la predicación del Evangelio continúe sin pausa, nada más. El cristianismo y el racialismo son ideologías fundamentalmente incompatibles.
El religioso cristiano está en una encrucijada: él debe elegir entre el Evangelio o la supervivencia de la civilización occidental y de la raza europea. Él no puede elegir ambos. Un religionario cristiano genuino sólo puede estar del lado de la supervivencia de la ortodoxia cristiana, ya que de otro modo él sería un apóstata, al que se le negaría para siempre la salvación eterna.
En un mundo donde la supervivencia evolutiva es un juego de suma cero [donde alguien gana sólo si otro pierde], el cristianismo es el gran enemigo de la raza europea y de la civilización occidental.
EL EVANGELIO DE MENTIRAS SEMÍTICAS
Jesucristo es una figura mitológica. Las narrativas del Evangelio, sus "biografías" personales, no están basadas en ninguna realidad histórica subyacente. Lo que sabemos de Jesús no viene de testimonios de testigos oculares sino de rumores en gran parte contradictorios, escritos aproximadamente cuarenta o cincuenta años después de su supuesta muerte. A diferencia del Jesús mítico con quien él a menudo es comparado, el filósofo Sócrates [siglo V a.C.] está considerablemente más bien atestiguado en el registro histórico. Testigos oculares contemporáneos como Platón y Jenofonte escribieron detallados relatos de la vida y muerte de Sócrates.
El darse cuenta de que la primera Cristología (interpretación de Cristo) estaba firmemente comprometida con la creencia en la divinidad de Jesús proporciona pruebas adicionales que justifican el origen mitológico de él. Eso es contrario a la posición mantenida por la antigua erudición bíblica del siglo XIX, principalmente representada por la escuela de "historia de la religión" de Wilhelm Bousset. Ese enfoque es mejor ejemplificado en el ahora olvidado libro "Kyrios Christos" (1913). En esa obra Bousset sostuvo que la veneración ritual de Jesús sólo se hizo una realidad cuando la comunidad de fe palestina original fue expuesta a la influencia helenística y oriental.
En contraste con el enfoque de "historia de la religión" de Bousset, los eruditos bíblicos modernos sostienen que la comunidad de fe palestina original comenzó con una Cristología desde lo divino. Maran atha era una frase litúrgica aramea que transfería el título de "Señor" (YHWH) a Jesús, pidiéndole establecer su reino en la Tierra en cumplimiento de las esperanzas escatológicas del Antiguo Testamento de un Mesías próximo. La Cristología "divina" adoptada por los primeros creyentes palestinos preparó el terreno para que los Gentiles vieran a Cristo como un objeto de devoción religiosa. Entre los primeros creyentes Gentiles, Jesús fue adorado, colocado de igual a igual con Dios mismo y designado Kyrios, la forma griega del tetragrammaton (YHWH) en la Septuaginta. Él era incluso el objeto de rezos. Eso hace de Jesús no diferente de cualquier otra figura mitológica venerada en el mundo antiguo, como Dionisio o Hércules.
La conclusión inevitable es que Jesús es un invento de la imaginación, tal como los dioses de los antiguos griegos. A aquellos que sostienen que el monoteísmo judío era una barrera para la divinización inmediata de algún mortal, hay que señalarles que la teología del Logos del judaísmo helenístico primero presentó la palabra de Dios en términos semi-antropomórficos, poniendo las bases para el explícito carácter "bi-nitario" (dos personas o aspectos de la Divinidad) del cristianismo primitivo.
LA RELIGIÓN ESENCIAL DEL MEDIO ORIENTE
El cristianismo es, antes que nada, la invención de judíos palestinos del siglo I en su mayoría analfabetos, entre quienes Saúl de Tarso fue el más influyente. Él más tarde cambió su nombre a Pablo. Él era el prototípico "feo pequeño judío" del mundo antiguo. Él incluso se vio forzado a admitir que a menudo era denigrado por sus opositores como "débil" o "poco impresionante" en persona. Una fuente extra-canónica del siglo II refuerza esa impresión, al describirse allí [Los Hechos de Pablo y Tecla, 1:7] al apóstol como "un hombre de pequeña estatura, con una cabeza calva y piernas torcidas, de cuerpo fuerte, con las cejas juntas y una larga nariz curvada...". Él era la encarnación viviente del judío estereotípico. Si Pablo era simplemente una caricatura, él se hubiera sentido como en casa con los judíos de Der Stürmer de Streicher. Pablo fue el primero en difundir el cristianismo a través del Mediterráneo, imbuyendo a la nueva religión misionera con un carácter completamente expansionista. Él puso el fundamento de la teología cristiana, sirviendo como el catalizador original para la infección "sifilítica" que tiene ahora arruinada a Europa.
El cristianismo es la religión esencial del Medio Oriente. El hecho de que la lengua del Nuevo Testamento sea el griego koiné [común] no hace de esa religión algo diferente de una invención semítica. Afirmar otra cosa sería como traducir las Analectas de Confucio al inglés y luego afirmar que el Confucianismo es una religión occidental porque el medio usado para su transmisión es la lengua inglesa. Incluso los pocos elementos paganos que hay en la religión cristiana, como el uso del prólogo Joanino del Logos estoico, son filtrados a través de los lentes del judaísmo del Antiguo Testamento. Las narrativas del Evangelio son leyendas judías basadas en ideas judías de Mesías, resurrección, reino de Dios, etcétera. El cristianismo no es sólo completamente judío en su origen sino que las principales doctrinas teológicas del Nuevo Testamento se derivan del Antiguo Testamento y del judaísmo inter-testamentario de los períodos griego y asmoneo. La difusión del cristianismo a través del Mediterráneo fue obra de judíos emprendedores e itinerantes.
A medida que el cristianismo desarrolló un marco institucional establecido dentro del Imperio, los teólogos comenzaron a encontrarse en diálogo con judíos y paganos que eran hostiles a la nueva religión. Esas discusiones requirieron tomar prestada la terminología filosófica griega y latina para expresar mejor la enseñanza ortodoxa con mayor precisión y claridad. Eso fue hecho no sólo con propósitos apologéticos sino para persuadir a paganos cultos aplicando una delgada capa de respetabilidad intelectual a las doctrinas semíticas del cristianismo primitivo. A pesar de esos ni préstamos culturales, el cristianismo siguió siendo una religión fundamentalmente semítica.
UNA RELIGIÓN PARA GENTE DE MENTES SIMPLES
Los eruditos han notado durante mucho tiempo el gran atractivo que el cristianismo siempre ha tenido para los sedimentos más bajos de la Humanidad. Pocos intelectuales fueron atraídos alguna vez hacia esa religión; aquellos que se convirtieron se hicieron extremistas anti-intelectuales que volvieron la espalda a la cultura y la civilización occidental. El teólogo latino del siglo II Tertuliano, uno de los anti-intelectuales cristianos más intolerantes que haya vivido alguna vez, de manera bien conocida preguntó: "¿Qué en realidad ha tenido que ver Atenas con Jerusalén?, ¿qué concordia existe entre la Academia y la Iglesia?... ¡No queremos ninguna discusión abstrusa después de poseer al Cristo Jesús, ninguna investigación después de disfrutar el evangelio! Con nuestra fe, no deseamos ninguna creencia adicional".
Los filósofos paganos contemporáneos con frecuencia observaron que los primeros convertidos fueron sacados de las filas de la gente estúpida e ignorante. Celso, un pagano que fue un temprano crítico de la nueva religión, escribió que era la política cristiana evitar a los sabios y educados. «Sus expresiones favoritas», escribió Celso, «son "¡No hagas preguntas, sólo cree!", y "¡Tu fe te salvará!". "La sabiduría de este mundo", dicen ellos, "es mala; ser simple es ser bueno"».
Los paganos cultos eran despectivos con las creencias populares. Para que fueran dignas de crédito, ellas tenían que ser lógicamente coherentes y estar empíricamente basadas. Tenían que tener alguna base en la ciencia y la filosofía. Cualquier otra cosa era "superstición". En la Antigüedad clásica la superstición era definida como el miedo a los "demonios" y la creencia en la causalidad sobrenatural de fenómenos naturales y físicos, como las enfermedades. Para los intelectuales paganos, el cristianismo encarnaba todo lo que ellos odiaban en cuanto a la superstición. Lo que hacía al cristianismo especialmente reprensible era que había heredado todos los peores rasgos del judaísmo, a saber, intolerancia y fanatismo. La religión también se extendió como una enfermedad contagiosa. De acuerdo a como lo veían los intelectuales paganos, el cristianismo fue ideado y difundido por hombres ignorantes para beneficio de hombres ignorantes, especialmente a causa de de su cercano parecido con las supersticiosas creencias de las masas.
El triunfo del cristianismo condujo a una inversión completa de los valores de la élite pagana en la Antigüedad tardía. El hombre culto ahora abrazaba incondicionalmente las creencias de las multitudes semi-bárbaras. Agustín, originalmente educado en el plan de estudios clásico y entrenado en retórica, pudo declarar con confianza que todas las enfermedades eran de origen sobrenatural, en abierto desafío a la bien establecida práctica médica griega. Mientras que antes de Constantino existía una brecha significativa entre las creencias de los paganos cultos y la gente común (hoi polloi), después de Constantino no existía tal brecha. Por primera vez en la Antigüedad clásica, la élite y las masas eran indistinguibles en términos de creencias, con todos ingenuamente suscribiéndose a la veneración de santos, sus reliquias y milagros.
El triunfo del cristianismo en Occidente fue el triunfo de una ignorancia profunda que duró siglos.
EL CRISTIANISMO: DESTRUCTOR DE IMPERIOS
El cristianismo fue un factor clave en la decadencia de Roma. Cuando la Iglesia se convirtió en la institución dominante de la Antigüedad clásica tardía, se transformó en una significativa sangría de los recursos económicos del Imperio. Aquello no fue una simple transferencia de riquezas; los fondos para los templos y lugares sagrados paganos no fueron simplemente desviados desde los cofres seculares para financiar el crecimiento eclesiástico. A diferencia de los cultos paganos, la religión estatal nicena [de Nicea, en Asia Menor, donde se celebró en el año 325 un concilio que puso las bases del credo trinitario de la Iglesia] fue administrada por una enorme burocracia centralizada, cuyo alcance era a nivel del Imperio y cuyos funcionarios eran más numerosos y mucho mejor pagados que aquellos del Estado.
Los ingresos que podrían haber sido usados para mejorar la infraestructura, como la construcción de caminos, puentes, acueductos y teatros, fueron hacia la construcción de estructuras inútiles como iglesias y monasterios y para la alimentación de "bocas inútiles": monjes, sacerdotes y obispos, que no contribuían con nada de valor material o económico al Estado. Ese tremendo desperdicio de recursos se hace aun más impresionante cuando uno considera el nivel relativamente bajo de desarrollo tecnológico y científico en el Imperio. Los mecanismos reales para ahorrar trabajo eran raros, de manera que el trabajo productivo era hecho a mano o con la ayuda de bueyes. La cantidad de mano de obra necesaria para alimentar, vestir y albergar a las "bocas inútiles" de la Iglesia cristiana era considerablemente mayor que la que se necesitaba para un funcionario típico del servicio estatal romano.
Los enormes talentos de hombres como Atanasio y Juan Crisóstomo, que habrían sido mejor empleados defendiendo al Imperio como generales y gobernantes capaces, fueron en cambio desperdiciados en expandir el poder y la influencia de la Iglesia en la vida diaria. En efecto, la valiosa mano de obra y los recursos materiales malgastados al servicio de "bocas inútiles" es un tema que se repite en la historia del cristianismo. La preocupación cristiana por "bocas inútiles" ejerció un efecto profundamente disgenésico sobre el fondo genético europeo. La élite cognoscitiva de Europa, en vez de transmitir sus genes, fue animada a retirarse de la sociedad y abrazar la disciplina espiritual de la castidad perpetua. Eso afectó negativamente el CI de la población promedio, dejando a la Iglesia con una abundancia de siervos fácilmente controlados y dóciles, cada vez menos capaces de mantener la civilización que los rodeaba con cada generación que pasaba. Tomás de Aquino fue la baja principal de ese destructivo desperdicio de talento humano. Su genio hubiera sido más fructíferamente empleado en el campo de la medicina o la física experimental; en vez de eso, fue tontamente malgastado en angelología y otras supersticiones medievales.
Los apologistas cristianos típicamente niegan el papel del cristianismo en la decadencia imperial, replicando que Bizancio sobrevivió a la caída del Oeste latino. Los cristianos fabricadores de excusas no logran comprender que el Este era mucho más rico y estaba más densamente poblado. Eso permitió que el Estado bizantino absorbiera mejor el enorme daño interno causado por las depredaciones del parasitario culto religioso estatal niceno. Hay también motivos geográficos para la supervivencia bizantina. El Emperador de Oriente tenía una frontera mucho más corta que defender. Constantinopla, la capital imperial, estaba rodeada por una serie de enormes fortificaciones comenzadas por Constantino y completadas a principios del siglo V, que eran prácticamente impenetrables para los invasores bárbaros. A diferencia del Este, el Oeste no tenía ninguna segunda línea de defensa.
El culto religioso estatal niceno puso a Roma de rodillas, cerrando la cortina sobre la Antigüedad clásica. El colapso civilizacional que siguió es conocido como la Época Oscura (Edad Media), cuando la Europa post-romana experimentó una significativa decadencia en su nivel de vida. Cuando los cristianos estaban en su período de mayor poder, los caminos y las carreteras que cubrían el Imperio cayeron en mal estado; el uso de puentes y acueductos prácticamente cesó; el conocimiento de la construcción con piedra y mortero casi desapareció; la alfabetización, tal como había sido, desapareció, con la excepción del clero; los estándares personales de higiene desaparecieron; las instalaciones sanitarias interiores desaparecieron; grandes áreas del antiguo Imperio fueron despobladas, y finalmente, el uso de monedas casi se acabó, significando un final para la compleja economía monetaria de los tiempos romanos. La hegemonía cristiana en Bizancio condujo a siglos de estancamiento científico y tecnológico. Hubo incluso una Edad Media bizantina que duró cientos de años. Durante ese período, las fronteras se encogieron, las ciudades fueron reducidas a enclaves fortificados, el dinero cedió el paso al trueque, y la literatura bizantina consistió en grandes cantidades de papel de una insípida hagiografía.
Ese era el mundo del cristianismo: un mundo de profunda ignorancia y estupidez, donde hombres brutales, so pretexto de religión, tiranizaron a un pueblo débil e indefenso. La Edad Oscura fue el regalo del cristianismo a Europa. Dicha edad fue inaugurada por cristianos, presidida por cristianos y prolongada durante siglos por cristianos. Europa soportó una de sus horas más oscuras cuando los cristianos estuvieron en el apogeo de su poder e influencia.
EL CRISTIANISMO: PORTADOR DE IGNORANCIA
El cristianismo es peligroso porque eleva a la ignorancia y la estupidez por sobre la Razón. En el Evangelio, Jesús anima a sus seguidores a ser como "ovejas", los más estúpidos y más dóciles de los animales. Ahí, el cristiano ideal es un personaje de baja inteligencia y poca educación. Jesús dijo que a menos que uno se haga un niño otra vez, no puede entrar en el reino de los cielos. En respuesta a la duda de Tomás, Jesús dijo: "Benditos son aquellos que no han visto y sin embargo han creído". El apóstol Pablo repitió ese punto de vista cuando él escribió que "La sabiduría de este mundo es locura a los ojos de Dios". Por medio de un programa de adoctrinamiento religioso desde la cuna a la sepultura, la Iglesia obligó a los europeos a aceptar esas creencias como verdades divinamente reveladas desde el cielo. La generalizada aceptación de esas creencias ayudó a retardar el progreso científico y tecnológico en Europa durante más de mil años.
Los Padres de la Iglesia promovieron una "santa ignorancia" como un ideal para ser emulado. Tertuliano se destaca entre los escritores patrísticos por su anti-intelectualismo militante. Aunque fue uno de los más prominentes despreciadores de la filosofía y la ciencia clásicas, él de ningún modo estaba entre la minoría. Su actitud es típica de los funcionarios eclesiásticos durante los períodos patrístico y medieval. Esta larga lista de anti-intelectuales cristianos incluye a Taciano, un conocido apologista que consideraba todo el logro científico y filosófico pagano como carente de valor, e incluso dañino para los fieles cristianos. Clemente de Alejandría, otro destacado escritor pre-niceno, sostuvo que la educación no era necesaria para la salvación. Orígenes donó su extensa colección de literatura pagana debido a la incompatibilidad fundamental entre el aprendizaje secular y el estudio de la Biblia. Las Constituciones Apostólicas del siglo IV, una temprana obra de derecho canónico considerada autorizativa en el Este, ordena que el creyente cristiano evite todo el aprendizaje pagano como "extraño" y "diabólico"
Basilio de Cesarea aconsejaba a los fieles: "Nosotros los cristianos prefiramos la simplicidad de nuestra fe a las demostraciones de la razón humana... Porque pasar mucho tiempo investigando la esencia de las cosas no serviría para la edificación de la Iglesia". Irónicamente, Basilio es considerado por los apologistas del cristianismo como un ejemplo de moderación. Él creía que la utilidad de la literatura pagana estaría supeditada al nivel de concordancia con las Escrituras, haciendo de la filosofía y la ciencia una especie de sirvientes de segunda o tercera categoría de la teología. Los escritos que estuvieran menos de acuerdo con la Biblia —casi toda la filosofía y la ciencia seculares— debían ser enviados al basurero.
Atanasio de Alejandría desdeñó toda la sabiduría secular como blasfemia contra el dios crucificado. En su famosa hagiografía de San Antonio [ss. III-IV], dicho monje analfabeto es retratado como un hombre sabio. A pesar de su analfabetismo, la existencia de tipo ermitaño de Antonio es considerada el "modelo perfecto de la vida anacorética". Antonio incluso pidió a los filósofos paganos que lo visitaban que llegaran a ser como él en su "sabiduría", aunque él fuera ignorante de todo el aprendizaje mundano.
San Antonio el Grande, el Anacoreta, de Egipto, de la Tebaida, o Abad
Las homilías de Juan Crisóstomo, un célebre anti-intelectual del siglo IV, están llenas de viles denuncias contra la filosofía y la ciencia. Él incluso exhortaba periódicamente a los fieles cristianos a vaciar sus mentes de toda la sabiduría secular. Él rutinariamente vomitaba su venenosa crítica contra la herencia clásica, abogando por su extirpación sistemática, pero sólo para magnificar el poder y la influencia del Evangelio en la vida diaria. Predicando ante una audiencia de la élite en Constantinopla, la visión de Juan Crisóstomo era la de un cristianismo radicalmente puro y ascético, despojado de toda influencia pagana. Considerando su capacidad oratoria y sus considerables poderes para proferir invectivas, así como su alta posición en el canon patrístico, no puede haber duda de que el gran odio de ese Juan contra el conocimiento secular desempeñó un influyente papel en la decisión de la Iglesia de censurar y suprimir las escrituras de la Antigüedad clásica.
Juan Casiano, el gran guía espiritual de la cristiandad latina, aconsejó que los monjes buscaran la compañía de campesinos incultos para su propia edificación personal. El abad Arsenio, un antiguo tutor imperial, consideró su educación en griego clásico y latín como inferior a la "sabiduría" de monjes egipcios analfabetos. El asceta y teólogo cristiano del siglo IV Evagrio Póntico declaró: "Bendito es el hombre que ha alcanzado la ignorancia infinita". Los Statuta Ecclesia Antiqua del siglo V prohibían al clero leer libros paganos, a menos que sus opiniones anti-cristianas y heréticas tuvieran que ser refutadas. Eso fue incorporado en el Decretum Gratiani del siglo XII, una fuente de derecho canónico para la Iglesia romana hasta 1918.
Aunque considerado el cristianismo una religión basada en textos, las enseñanzas cristianas fueron transmitidas oralmente hasta la invención de la imprenta en 1440 por Gutemberg. El cristianismo patrístico y medieval veía la alfabetización bajo una luz negativa. La tradición de la Iglesia siempre sostuvo que los primeros apóstoles vivieron en un estado de "bendita ignorancia". A imitación de esos hombres, los cristianos rechazaron enseñar a sus congregaciones a leer y escribir, sobre todo durante los tres primeros siglos de la existencia de la Iglesia. La Iglesia pre-Nicea no produjo ninguna traducción de la Biblia para las poblaciones autóctonas de las provincias y fronteras, incluso aunque esas poblaciones estuvieron en contacto regular con misioneros itinerantes desde los primeros días del cristianismo primitivo. Las pocas exhortaciones patrísticas a leer la Biblia estuvieron destinadas a una pequeña minoría de cristianos cultos. Los siglos de controversia teológica contribuyeron a ver la lectura de la Biblia como una tarea subversiva. Aquello fue activamente desalentado por el clero, el cual aseguró que la gente común que estaba bajo su su cuidado pastoral permaneciera analfabeta durante generaciones. Durante la Edad Media fueron convocados concilios de la Iglesia para prohibir al laicado tener en su posesión la Biblia en latín o en cualquiera de las lenguas románicas. La pena para cualquiera que fuera sorprendido traduciendo la Biblia a un idioma vernáculo era ser quemado en la hoguera.
La Paideia [el proceso, entre los griegos, de crianza y educación de valores, aptitudes y saberes] sufrió bajo la nueva burocracia imperial eclesiástica y cristiana. Los funcionarios de la Iglesia y el Estado tenían cosas más importantes que hacer que educar a niños pequeños en los rudimentos de la gramática latina y la aritmética. El analfabetismo llegó a ser más profundo y más extendido bajo la influencia cristiana. Las prioridades anti-educacionales de la Iglesia, que aumentaron en virulencia con el paso del tiempo, desalentaron cada vez más a la gente de conseguir una educación. Eso continuó hasta que la alfabetización desapareció de regiones enteras de la Europa post-romana. La hostilidad profundamente arraigada de la Iglesia cristiana contra el aprendizaje y la erudición, junto con su positiva valoración de la ignorancia y el analfabetismo, mantuvo a Europa occidental en un nivel prehistórico de desarrollo durante siglos.
El siglo IV, que vio el triunfo del cristianismo, fue un período de significativa decadencia intelectual. No hubo ninguna gran figura en ciencia, arquitectura o medicina. El siglo IV no podría jactarse de ningún filósofo del mismo calibre que Plotino; no hubo grandes escritores o dramaturgos. Las escuelas fueron cerradas, los estudios superiores fueron abandonados, y las bibliotecas paganas fueron cerradas y selladas. Las producciones intelectuales y artísticas de esa época fueron de poca profundidad y sustancia. La omni-abarcante hostilidad cristiana contra la vida de la mente provocó esa edad de esterilidad.
EL CRISTIANISMO: PORTADOR DE OSCURIDAD
I. La Destrucción Cristiana de la Herencia Artística de Europa
Teodosio I fue el primer Emperador cristiano en legislar sistemáticamente para erradicar el paganismo. Él comenzó decretando una serie de medidas draconianas, poco después de su declaración en 380 d.C. de que el cristianismo de Nicea era la religión estatal oficial. Hacia el final de su reinado, la legislación que proscribía la religión helenística —los llamados Decretos Teodosianos— se hizo cada vez más dura. Ese programa imperial de genocidio cultural descendió hacia una orgía de violencia y destrucción en las décadas finales del siglo IV.
La tormenta que se avecinaba fue presagiada por el fanático cristiano Materno Cinegio, designado por Teodosio como prefecto pretoriano en 384. Bajo órdenes imperiales de suprimir el sacrificio pagano y la adivinación, él lanzó su propia cruzada personal contra la religión helenística. Con la ayuda de obispos, sacerdotes y un ejército de monjes violentamente furiosos, Cinegio demolió algunos de los sitios más sagrados en el Este griego. Muchos de esos edificios alojaban los mayores tesoros artísticos de la Antigüedad.
La evidencia arqueológica, reunida desde sitios del Mediterráneo oriental, revela una significativa destrucción y profanación de templos. Aquello puede ser datado como del período de actividad de Cinegio en el Este. Las fuentes hagiográficas contemporáneas, como la Vita Porphyrii, atestiguan la espectacular violencia religiosa dirigida contra los lugares sagrados y templos paganos del Levante. En 386 el orador pagano Libanio, un abierto crítico de la iconoclasia [actitud contraria a la adoración de imágenes, y la destrucción de las mismas] cristiana, le pidió a Teodosio que conservara los templos y lugares sagrados del Imperio. Él habló de ejércitos de "monjes vestidos de negro", glotones y borrachos, quienes
"se apresuran para atacar los templos con palos y piedras y barras de hierro, y en algunos casos, desdeñando esos elementos, con manos y pies. Luego sigue la desolación completa, con la remoción de tejados, la demolición de murallas, el derribo de estatuas y el derribamiento de altares, y los sacerdotes de esos templos deben mantenerse callados o morir. Después de demoler uno, ellos van a toda prisa a otro, y a un tercero, y amontonan trofeo tras trofeo, en contravención de la ley [de Teodosio]. Tales ultrajes ocurren incluso en las ciudades, pero ellos son más comunes en el campo. Muchos son los enemigos que perpetran los ataques separados, pero después de sus innumerables crímenes esa chusma dispersa se reúne y ellos se sienten en desgracia a menos que hayan cometido el ultraje más vil..." (Libanius, Pro Templis, Oratio XXX, 8-10).
Los cristianos no sólo destrozaron templos sino que también mutilaron estatuas paganas y desfiguraron inscripciones. La destrucción violenta de artefactos religiosos paganos está arqueológicamente bien atestiguada en el Levante y África, donde los iconoclastas cristianos estuvieron más activos. Ese patrón de destrucción fue a nivel de todo el Imperio y puede ser visto en lugares tan lejanos como en el Noroeste de la Galia y en Gran Bretaña.
Mucho más destructiva que la destrucción de templos realizada por fanáticos cristianos fue la legislación imperial anti-pagana que terminó con todas las subvenciones para los alguna vez florecientes cultos politeístas del Imperio. Sin subsidios de la tesorería imperial, los paganos fueron incapaces de mantener y reparar sus monumentos religiosos. Eso fue reforzado por una legislación adicional que ordenaba el cierre de todos los santuarios y templos, amenazando a los paganos con la muerte si ellos seguían practicando el aruspicio (adivinación) y el sacrificio de animales. Aquello condenó a las principales estructuras y monumentos artísticos del Imperio a un mal estado permanente y a su eventual ruina.
El extendido vandalismo cristiano de la Antigüedad tardía fue la campaña más grande en la Historia mundial para destruír la herencia artística y arquitectónica de una civilización entera. Esa campaña para borrar de la memoria los grandes monumentos de la Antigüedad fue considerablemente más destructiva que las invasiones bárbaras del siglo V. Los cristianos de finales del Imperio fueron los talibanes o el Estado Islámico de su época, aunque esto puede ser una subestimación ya que los cristianos fueron muchas veces más destructivos. Sin ese ingrediente añadido de violencia ritualizada, el cristianismo nunca se hubiera convertido en la religión dominante del mundo antiguo.
II. Quema Cristiana de Libros y Vandalismo Literario
Hubo una destrucción generalizada y activa de escrituras heréticas y paganas por medio de la quema de libros. Aunque a veces usada por magistrados paganos para destruír literatura subversiva, fue sólo durante la cristianización de Roma imperialmente impuesta que la incineración de libros aumentó considerablemente en volumen y frecuencia. Bajo la religión estatal nicena, la quema de libros llegó a ser una prominente forma de violencia ritualizada contra la herejía y el paganismo. La literatura que fue quemada era principalmente de temas de magia, astrología, religión, filosofía, o anti-cristianos. A la gente se les cortaban sus miembros si copiaban libros heréticos u otros prohibidos.
Según el libro Hechos de los Apóstoles, el cristianismo comenzó su campaña de activa destrucción literaria tan pronto como en el siglo I. Un grupo de efesios convertidos, en respuesta al fallido exorcismo de un hechicero judío, recogió los libros religiosos y proféticos de ellos y los quemó [Hechos 19:13-19]. Ese acto es comentado con aprobación como un ejemplo de cómo la palabra de Dios se difundió ampliamente, ganando influencia entre la gente. Eso sirvió como una de las principales justificaciones teológicas para las muchas quemas de libros que fueron realizadas en la Roma cristiana.
La legislación que prescribía la incineración de libros heréticos y paganos, sobre todo mágicos y astrológicos, fue decretada por Constantino a principios del siglo IV. Allí se incluían libros de Arrio, el sacerdote que negó que Cristo fuera consubstancial con el Padre, y del filósofo neoplatónico Porfirio de Tiro, quien escribió un libro que atacaba a la religión cristiana (Adversus Christianos). La pagana Biblioteca de Antioquía, que contenía la extensa colección del Emperador Juliano de clásicos griegos y romanos, fue quemada hasta el suelo en 363 por el Emperador cristiano Joviano, en un acto de venganza contra Juliano por haber reemplazado este último al cristianismo con el paganismo helenístico.
La legislación imperial que prescribe la quema de libros paganos, específicamente de magos y astrólogos, se encuentra en el Códice Teodosiano. La incineración de libros paganos siguió en el siglo VI, donde está bien atestiguada en fuentes contemporáneas asociadas con el reinado de Justiniano. No sólo los libros de herejes como Nestorio y los maniqueos debían ser entregados a las llamas, sino también libros del odiado Porfirio y otros críticos paganos del cristianismo. Las leyes de Teodosio II y Valentiniano, que ordenaban a sus inquisidores que quemaran los escritos de Porfirio y cualquier obra pagana considerada anti-cristiana, fueron mantenidas por el Códice de Justiniano. Las leyes concedían al inquisidor una considerable libertad para decidir qué libros eran lo suficientemente heréticos, mágicos o lo bastante anti-cristianos para garantizar ser entregados a las llamas.
Hubo una sistemática destrucción de literatura pagana a través de todo el Imperio por medio de la quema de libros bajo Justiniano. Las quemas de libros más espectaculares fueron realizadas por funcionarios cristianos en Constantinopla y Asia. Amancio, el inquisidor bizantino, persiguió despiadadamente a los paganos en Antioquía. Él rompió sus ídolos, quemó sus libros y confiscó su riqueza imponiendo multas desorbitadas. Justiniano incluso encontró necesario prohibir a los paganos de todas las posiciones de enseñanza en el Imperio. Esa legislación está asociada con el cierre llevado a cabo por Justiniano de la Academia Neoplatónica en 529, un gran golpe mortal a la educación secular en filosofía y ciencias.
¿Cuán exitosa fue la guerra de la Iglesia contra la cultura occidental por medio de la quema de textos paganos? Todo el corpus antiguo de la literatura mágica, astrológica y religiosa fue destruído tan completamente que nada ha logrado sobrevivir. No tenemos ninguno de los muchos escritos académicos que podrían haber arrojado luz acerca de la adoración politeísta greco-romana tradicional, como la monumental Antiquitates Rerum Humanarum et Divinarum de Marco Terencio Varrón. Los funcionarios cristianos diligentemente reunieron y quemaron cualquier trabajo de filosofía escrito desde una perspectiva materialista, como los de Epicuro y sus seguidores. Los fragmentarios restos literarios de Epicuro, un prolífico autor que publicó más de 300 libros, se deben a los celosos esfuerzos de los quemadores cristianos de libros.
Los cristianos también erradicaron con éxito toda la literatura pagana que criticaba abiertamente a la religión estatal nicena tanto por motivos racionales como filosóficos. De los anti-cristianos más famosos, sólo sobreviven fragmentos de sus abudantes publicaciones literarias. Las escrituras anti-cristianas paganas fueron consideradas tan peligrosas que incluso sus refutaciones cristianas tuvieron que ser quemadas junto con ellas. De las obras anti-cristianas que más molestaban a los cristianos, Porfirio de Tiro fue repetidamente seleccionado por la legislación imperial para su quema, seguido de la diatriba de Juliano contra los "galileos". Sabemos que muchos paganos escribieron contra el cristianismo, pero el hecho de que escasamente algo de esa literatura sobrevive es una clara indicación de que lo que el cristianismo no podía disipar mediante argumentos razonados, lo silenciaba por medio de la fuerza bruta.
Los scriptoria [salas para copia de libros] monásticos desempeñaron un importante papel en la erradicación hecha por la Iglesia de todo el conocimiento secular. Los monjes reciclaban los pergaminos de manuscritos seculares raspando la tinta con una solución ácida suave; un pergamino "lavado" era entonces reutilizado para la copia de manuscritos cristianos. Aquello fue conocido posteriormente como un palimpsesto. Durante siglos, los manuscritos sobreescritos con textos patrísticos, bíblicos y litúrgicos eran casi siempre de origen pagano. La destrucción sistemática de la literatura clásica de algún modo disminuyó hacia la víspera del "Renacimiento" carolingio, pero las escrituras seculares de la Antigüedad era todavía bastante probable que fueran destruídas por los cristianos más que cualquier otro cuerpo de literatura. Que eso fue así, es demostrado además por el examen de la proporción de manuscritos clásicos frente a manuscritos cristianos. Cuando se consideran los manuscritos existentes, la proporción es de 1 a 25, o de un 4%. Una copia del siglo VII de la Vulgata, por ejemplo, es mencionada por Codices Latini Antiquiores como un palimpsesto con hojas tomadas de los manuscritos de nueve autores clásicos diferentes, incluyendo a Tito Livio, Cicerón y Séneca.
Considerando la proporción del 4%, la probabilidad estadística de que tantos autores clásicos fueran usados para un solo manuscrito debido a una circunstancia fortuita es tan remota que linda con lo imposible. Eso se hace todavía más improbable cuando uno comprende que las bibliotecas de los períodos antiguo tardío y medieval estaban comúnmente equipadas con escritos patrísticos, bíblicos y litúrgicos. El manuscrito de la Vulgata nunca habría sido ensamblado a menos que la Iglesia estuviera apuntando deliberadamente contra el antiguo patrimonio cultural de una civilización entera y su gente para su sistemática erradicación.
Considerando la proporción del 4%, la probabilidad estadística de que tantos autores clásicos fueran usados para un solo manuscrito debido a una circunstancia fortuita es tan remota que linda con lo imposible. Eso se hace todavía más improbable cuando uno comprende que las bibliotecas de los períodos antiguo tardío y medieval estaban comúnmente equipadas con escritos patrísticos, bíblicos y litúrgicos. El manuscrito de la Vulgata nunca habría sido ensamblado a menos que la Iglesia estuviera apuntando deliberadamente contra el antiguo patrimonio cultural de una civilización entera y su gente para su sistemática erradicación.
El más notorio —y el más destructivo— acto de genocidio cultural cristiano fue la eliminación de los tratados matemáticos de Arquímedes. En su lugar fue encontrado un manual litúrgico bizantino. Aquél es conocido como el famoso palimpsesto de Arquímedes. El más importante de esos manuscritos, el Método de Teoremas Mecánicos, revela que Arquímedes tenía una comprensión rudimentaria del cálculo integral; él fue el primero en calcular el área y el volumen de figuras geométricas sólidas usando magnitudes infinitesimales. Eso fue aproximadamente 2.000 años antes de Newton y Leibniz, los descubridores modernos del cálculo integral y diferencial. Si el cristianismo no hubiera retardado el desarrollo científico y tecnológico en tiempos antiguos y medievales, la Humanidad sería mucho más avanzada que lo que lo es ahora. El cristianismo fue el mayor impedimento para el progreso material en la historia de Europa.
Los cristianos destruyeron activamente los escritos de la Antigüedad clásica bajo la ilusión de que ellos estaban santificando un texto que estaba previamente bajo la influencia demoniaca y reclamándolo para Dios. Ellos creían que todo lo que había ocurrido en el pasado había sido un error. El erradicar la antigua civilización reduciría a los europeos a una existencia prehistórica, pero los liberaría de todo apego mundano, y permitiría que ellos se enfocaran exclusivamente en la obra redentora de Dios en Cristo, el judío crucificado cuyo triunfo sobre la Razón inauguró la Época Oscura.
III. La Censura y la Guerra Cristiana contra la Cultura Occidental
La decisión eclesiástica de censurar y suprimir la literatura clásica fue influída por militantes cristianos "fundamentalistas", fanáticos anti-intelectuales como Ambrosio y Juan Crisóstomo. Esos hombres, debido a su prominencia en asuntos eclesiásticos e importancia para el canon patrístico, fueron capaces de impulsar agresivamente una agenda que pedía la erradicación de todo logro artístico, cultural y científico pagano. El ataque patrístico contra los fundamentos intelectuales del mundo antiguo fue continuado por la Iglesia medieval. Isidoro de Sevilla, el autor más influyente y extensamente leído de la Edad Media, repetidamente advirtió a su rebaño contra los peligros espirituales representados por leer la filosofía y la ciencia seculares. El derecho canónico de la Iglesia había prohibido durante mucho tiempo a los cristianos leer la literatura secular, excluyendo al clero, que consultaba esos escritos para combatir la herejía y el paganismo.
La cristianización de Roma en el siglo IV dejó a la Iglesia como la única heredera de los grandes depósitos de la sabiduría antigua que había sido acumulada a lo largo de los siglos. A medida que los paganos disminuyeron en número e influencia, los scriptoria monásticos llegaron a dominar la transmisión textual, sobre todo después del año 400. Guiados por la censura eclesiástica y el derecho canónico, los scriptoria, con pocas excepciones, dejaron de copiar escrituras seculares durante más de 300 años, separando a la Europa medieval de los grandes logros científicos y tecnológicos del pasado antiguo. Durante la Época Oscura casi toda la literatura greco-romana fue sacada de circulación y sustituída por escritos patrísticos, bíblicos y litúrgicos. Los trabajos de ciencia y filosofía, algunos bastante adelantados a su tiempo, fueron desechados por funcionarios eclesiásticos como basura. A veces ellos fueron reutilizados para propósitos mundanos; algunas reliquias fueron encontradas una vez envueltas en las páginas de las Historias de Livio. El erudito del Renacimiento italiano Pietro Bembo estimó que menos del 1% de toda la literatura griega sobrevivió a la confusión y el caos de la Época Oscura. Los eruditos modernos han hecho estimaciones similares con respecto a la supervivencia de la literatura latina.
Los fanáticos religiosos cristianos alegan la invasión de los bárbaros como un factor significativo en la pérdida del conocimiento científico y técnico occidental, pero ellos dejan de mencionar que los bárbaros que aterrorizaron a la mitad occidental del Imperio eran también nominalmente cristianos. En cualquier caso, la invasión bárbara no desempeñó prácticamente ningún papel en la destrucción de la herencia literaria del Oeste; la mayoría de la literatura griega y latina existía todavía hacia el año 500 d.C., a medida que la época de las migraciones germánicas llegaba a un final. Aunque no haya ninguna evidencia de bárbaros quemando libros o bibliotecas, hay abundantes pruebas que implican a cristianos en la destrucción activa y la censura del depósito de conocimiento secular de una civilización entera. Después de la destrucción cristiana de la Biblioteca de Alejandría, el segundo acto más destructivo de vandalismo literario cristiano fue la incineración de más de 120.000 manuscritos realizada por cruzados durante el saqueo de Constantinopla en 1204.
Tintoretto - La Captura de Constantinopla de 1204
Los apologistas del cristianismo enfatizan el papel de factores económicos y materiales en la desaparición de la cultura occidental durante la Época Oscura. En opinión de ellos, la mayoría de las obras paganas simplemente se desintegraron porque estaban escritas en papiros, un material frágil. Pero eso es un mito; el papiro es un material altamente duradero, capaz de resistir el paso de los siglos bajo las condiciones adecuadas. Ellos no pueden explicar por qué la fragilidad del papiro nunca fue un problema para la transmisión de textos clásicos sino hasta después de la Antigüedad tardía, cuando la Iglesia cristiana estaba en el apogeo de su poder e influencia en Europa. Otros religionarios especulan que la transición desde el papiro al pergamino en la Antigüedad tardía hizo de la copia de la literatura pagana una empresa costosa. Ese argumento falla porque el costo relativo de papiros y pergaminos no puede ser averiguado a partir de las fuentes disponibles; el costo es irrelevante de todos modos porque el pergamino reemplazó al papiro en Egipto.
Los religionarios cristianos revelan sin querer otro modo de censura y supresión eclesiástica: la negativa a copiar de nuevo obras paganas desde papiros a pergaminos, lo cual sucedió durante el reemplazo en gran escala del papiro con el pergamino en el período medieval temprano. De todos modos, y de manera bastante desconcertante para el religionario cristiano, él no puede explicar por qué las escrituras cristianas, ya sean patrísticas, litúrgicas o bíblicas, superan en número a las escrituras paganas en una asombrosa proporción de 25 a 1. Sólo una generalizada censura cristiana y la supresión de la ciencia y la filosofía paganas pueden explicar suficientemente esas flagrantes discrepancias estadísticas.
Los apologistas dicen que la conquista islámica de Egipto en 642 interrumpió los embarques de papiros a través del Mediterráneo, lo que resultó en la pérdida de mucha literatura antigua. Sin embargo, el registro histórico revela que los gobernantes bárbaros del Oeste, así como el Emperador bizantino, siempre tuvieron acceso a un suministro estable del papiro egipcio. Aunque Egipto quedó bajo gobierno musulmán, la fabricación de papiro siguió siendo una empresa cristiana, con los musulmanes ahora exportándolo a Europa. La ironía es que, aunque los gobernantes bizantinos siempre tuvieron acceso a un abundante suministro de papiro, la literatura griega y romana que estaba en posesión de ellos, sin embargo, gradualmente dejó de circular y desapareció de los anaqueles de las bibliotecas.
En el Oeste de habla latina, la declinación del papiro como un material de escritura está relacionada con el abandono en gran escala de las formas romanas de gobierno. Por ejemplo, el Código de Justiniano contiene una legislación que ordena el uso de papiro para documentos gubernamentales. De acuerdo con las normas burocráticas romanas, la cancillería merovingia usó el papiro hasta finales del siglo VII. Esa práctica desapareció bajo los carolingios, una dinastía originada en el Este germánico. A diferencia del romanizado Oeste, que era más urbano y centralmente administrado, el Este germánico era descentralizado y rural. Por estas razones, el pergamino gradualmente suplantó al papiro en Europa.
En la mente religiosa cristiana, los monasterios irlandeses desempeñaron un papel colaborador en la "preservación" del conocimiento científico y técnico occidental, pero ésa es una afirmación risible. ¿Qué trabajo de preservación hubo cuando más del 99% de todas las escrituras seculares fue o destruído o suprimido por la Iglesia cristiana? No hubo ninguna preservación. Lo que realmente logró sobrevivir, lo hizo a pesar del cristianismo, no debido a él. El que casi nada de esa literatura logró sobrevivir muestra que la Iglesia cristiana llevó a cabo una campaña notablemente exitosa de censura y supresión, la más exitosa de toda la Historia. Esto es reforzado adicionalmente por datos estadísticos acerca de la producción de libros desde 400 a 800 d.C. En el siglo V el 27% de los manuscritos existentes copiados eran paganos, siendo el resto obras de naturaleza en gran parte patrística, bíblica o litúrgica; eso disminuyó al 7% en el siglo VI, al 2% en el siglo VII, y al 1% en el siglo VIII, de un total general de 834 manuscritos latinos existentes. Durante un período de 400 años vemos obras clásicas siendo gradualmente sacadas de circulación. Ése es un patrón indicativo de una generalizada y sistemática censura y supresión. Si la abrupta declinación en el número de textos clásicos copiados hubiera continuado ininterrumpida, todo el conocimiento científico, técnico y filosófico pagano habría desaparecido de la memoria.
Contrariamente a las fanáticas afirmaciones de religionarios cristianos, nosotros no vemos ninguna "preservación". El cuidadoso examen del registro histórico revela que la Iglesia cristiana carga ella sola con la responsabilidad de la destrucción y la supresión de más del 99% de la literatura griega y latina. La erradicación de la sabiduría acumulada durante épocas hecha por la Iglesia fue uno de los mayores crímenes alguna vez cometidos contra Occidente. Ningún acto de censura ha sido más destructivo en la historia del mundo que el realizado por esa institución. Sin el conocimiento vivificante del mundo antiguo, mantener una avanzada civilización pre-industrial se hizo prácticamente imposible. La censura y la supresión cristiana del conocimiento secular es la razón principal detrás del descenso de Europa hacia la Época Oscura después del colapso del gobierno imperial en el Oeste.
Los apologistas cristianos condenan como anacrónica toda la crítica contra la Iglesia por suprimir el conocimiento técnico y científico de la Antigüedad. La verdad del asunto es que el progreso, la curiosidad y la razón forman parte de la herencia más importante del mundo clásico que recibieron los europeos. La civilización occidental moderna dejaría de existir sin esos valores. La decisión de los scriptoria de descartar los trabajos de ciencia, matemáticas, ingeniería y filosofía fue un rechazo completo del progreso, la curiosidad intelectual y la razón. Fue el rechazo de la civilización a favor de una existencia prehistórica como el ideal cristiano. Como un resultado directo de la cristianización, los scriptoria casi dejaron de copiar los escritos de la Antigüedad durante siglos; por primera vez en la Historia, Europa estaba en peligro de perder su antiguo almacenaje de conocimiento científico, técnico y filosófico que sería tan crucial para el Renacimiento y la Revolución Científica.
IV. El Cristianismo y el Estrechamiento
del Horizonte Intelectual Occidental
Los cristianos declararon la guerra total contra los fundamentos seculares del Estado romano. Al hacer eso, ellos inevitablemente atacaron la tradición de Roma de un gran arte y arquitectura, así como los enormes depósitos de conocimiento científico y técnico que había sido acumulado durante los siglos. Los cristianos que deseaban la extirpación total del paganismo no tenían nada viable con lo cual substituír la cultura secular del mundo antiguo tardío. Muchos cristianos, conscientes de la inferioridad de sus propias tradiciones religiosas en comparación con los majestuosos logros científicos y filosóficos de la cultura occidental, atacaron el aprendizaje secular por envidia y rencor. Esa pobreza intelectual de la religión cristiana dio origen a un significativo estrechamiento de los horizontes intelectuales occidentales. El atrincheramiento y consolidación del culto religioso estatal niceno obvió la necesidad de una educación clásica para el éxito mundano. Muchos persiguieron en cambio una vocación religiosa, una opción que repentinamente se hizo atractiva cuando la Iglesia cristiana aumentó su poder e influencia.
El siglo IV presenció el desmantelamiento del sistema de educación pública por parte de cristianos celosos, a quienes repugnaba el paganismo del plan de estudios académico clásico. Los Emperadores cristianos, a diferencia de sus antecesores paganos, no promovieron la filosofía y la ciencia secular; el aparato administrativo responsable del desembolso de fondos estatales, ahora controlado por una burocracia eclesiástica, los retuvo en el caso de profesores que se especializaban en los clásicos. Eso indignó a muchos de los últimos paganos restantes de la Antigüedad tardía, quienes se quejaron amargamente del papel del cristianismo en la difusión de una general carencia de interés por una educación secular.
Un hombre con una educación clásica ya no era tan estimado como lo había sido una vez antes de la época de Constantino. Los líderes de la institución más poderosa del Imperio, la Iglesia, desdeñosamente desestimaron los conocimientos de los hombres cultos como mera "sabiduría mundana". A los ojos de la Iglesia, la confianza en la facultad de la razón sola era la señal de posesión demoníaca, un camino lleno de trampas para almas perdidas en el camino hacia la condenación eterna en los fuegos del infierno. Eso hacía que el hombre educado fuera condescendiente y arrogante, así como demasiado sofisticado para el mensaje simple de los Evangelios, que él ridiculizaría como una colección de fábulas infantiles. Un hombre culto también cuestionaría la doctrina cristiana, e incluso abrazaría la herejía, lo que lo hacía especialmente peligroso desde un punto de vista eclesiástico. La existencia del plan de estudios clásico representaba un obstáculo significativo para la política imperial de cristianización. Al degradar y marginar la búsqueda de una educación secular, la Iglesia fue capaz de eliminar gradualmente esa amenaza, produciendo un público más dócil, como las ovejas de las parábolas de Jesús. De ahí en adelante, los cristianos como Martin de Tours tendrían cosas más importantes que hacer que aprender a leer y escribir.
El triunfo final de la ortodoxia sobre la Razón es venerado en el derecho canónico de la Iglesia, que prohibió al clero y al laicado leer la literatura secular de la Antigüedad. Esa prohibición canónica fue conocidamente hecha cumplir por el Papa Gregorio I (siglo VI), quien reprendió severamente a sus obispos por instruír a estudiantes en literatura clásica. "Una boca no puede elogiar a Cristo y a Júpiter al mismo tiempo", tronó Gregorio desde la Sede Papal en Roma. La Iglesia controlaba todos los scriptoria medievales en Europa. Los líderes de la Iglesia le ordenaron a los monjes despreciar todo el conocimiento secular como "tonterías a los ojos de Dios", y ejercieron una influencia perjudicial sobre la transmisión de la literatura clásica por parte de los escribas, simplemente reforzando el rechazo de los clérigos a copiar obras de origen pagano. Lo que siguió fue la inevitable pérdida del conocimiento necesario para dirigir una avanzada sociedad pre-industrial. Eso sólo empeoró y prolongó la Edad Oscura, reduciendo en el proceso a los europeos a una existencia neolítica. El odio de Gregorio contra el pasado secular de Roma era tan feroz que se rumoreaba que él había perseguido y quemado personalmente cada copia de la Historia de Tito Livio sobre la cual pudo poner sus manos. La Biblioteca del Apolo Palatino, primeramente establecida por Augusto en Roma, fue quemada hasta el suelo por órdenes suyas. Aquello fue para proteger a los fieles de ser contaminados por el "veneno" de la literatura griega y latina secular.
Durante 200 años de historia europea occidental, Isidoro de Sevilla (siglo VII) fue el único verdadero "intelectual". Sus Etimologías, el libro de texto más popular y extensamente usado de la Edad Media, fueron escritas en apoyo del "fundamentalismo" cristiano. Aunque no superados en amplitud de temas, la profundidad intelectual y el rango de los conocimientos de Isidoro eran considerablemente inferiores a los de los enciclopedistas romanos que lo precedieron. Isidoro vivió en un universo geocéntrico encerrado dentro de una esfera rotativa llena de estrellas, no diferente de la cosmología de los antiguos hebreos. El concepto del espacio infinito era completamente ajeno al modo de pensar de Isidoro, y el universo era para él un pequeño lugar con límites definidos. El hecho de que todo el conocimiento pudiera ser resumido en un solo volumen muestra cuán drásticamente los horizontes intelectuales se habían estrechado bajo la influencia cristiana. Isidoro consideraba toda la ciencia y la filosofía paganas como anatema de herejía para los cristianos sensatos y correctos. La Iglesia, usando las Etimologías como una guía, censuró y suprimió la literatura pagana citada en sus páginas. Isidoro denigró además la curiosidad intelectual como "peligrosa" y "dañina". Su altamente influyente Regla Monástica advertía a los monjes de los peligros de leer literatura pagana; la regla declaraba que idealmente los monjes deberían ser completamente ignorantes de todo conocimiento secular. La condena de Isidoro del conocimiento secular reforzó la prevaleciente ortodoxia "fundamentalista" de la Iglesia, que exigía la censura y la supresión de toda la ciencia y la filosofía paganas.
Mapa del Mundo, de Isidoro de Sevilla
Más Excusas Cristianas
Los religionarios cristianos presentan a Tomás de Aquino y a Roger Bacon como excepciones a la cosmovisión anti-científica de la Iglesia, pero esos hombres escribieron en respuesta a Aristóteles, que había sido recién descubierto de nuevo en el siglo XII. Incluso en la Antigüedad, Aristóteles era considerado anticuado. Ni Tomás ni Bacon eran científicos, ninguno de ellos realizó ningún experimento verdaderamente científico, y ninguno de ellos hizo avanzar la ciencia de algún modo real o tangible. El logro de ellos fue reconciliar las doctrinas semíticas del cristianismo con los superiores métodos paganos de Aristóteles, pero los resultados de ello fueron muy insatisfactorios. Tomás fue también el padre del escolasticismo medieval, que demostró ser muy perjudicial para la aparición de la ciencia moderna en Europa.
La metodología escolástica fue finalmente despreciada por sus absurdos por escritores del Renacimiento como François Rabelais. A causa del énfasis cristiano en la Escritura y la tradición como las fuentes finales de autoridad, la Iglesia estuvo opuesta a los valores epistemológicos paganos de verificabilidad pública de evidencias y racionalidad empírica. Para la jerarquía de la Iglesia, la búsqueda del conocimiento de acuerdo con tales principios era a la vez arrogante y peligrosamente herética. Incluso con la reintroducción de la ciencia y la filosofía paganas en el siglo XII, hubo todavía una significativa oposición eclesiástica a la Razón sola como la guía para la verdad.
La Iglesia cristiana persiguió con impunidad a aquellos que decidieron cuestionar la ortodoxia religiosa cristiana. Eso fomentó un ambiente en el cual la búsqueda del progreso científico y técnico llegó a ser una virtual imposibilidad. Por ejemplo, la condena póstuma del filósofo de Alejandría del siglo VI Juan Filopón como un hereje aseguró que el rechazo de él por principio de la filosofía neoplatónica y aristotélica permaneciera desconocido durante siglos en adelante. Esa organizada persecución eclesiástica de pensadores libres excluyó cualquier posibilidad de progreso material hasta la Revolución Científica.
A pesar de lo que los hechos revelan, los religionarios cristianos han tratado de distorsionar el registro histórico pretendiendo otra cosa. Ellos creen que el cristianismo fue un ingrediente necesario, la "chispa" que comenzó la Revolución Científica del siglo XVII. Aquello ignora el hecho de que la ciencia y la religión, específicamente el cristianismo en este caso, son fundamentalmente incompatibles. El cristianismo tiene que ver con fe ciega, con revelación y autoridades que sirven como los únicos criterios válidos para la evaluación de la verdad. En contraste, la ciencia es la acumulación de conocimiento mediante el razonamiento lógico, la observación empírica y la medida. El cristianismo es una forma de pensamiento mágico; no está abierto a la revisión. La ciencia, por otra parte, está continuamente en busca de nuevas ideas con un poder explicativo cada vez mayor. Aunque el progreso científico y tecnológico ocurrió entre 400 a.C. y 300 d.C., lo que condujo al desarrollo de ideas que no serían superadas sino hasta la Revolución Científica, no hubo prácticamente ningún progreso desde 300 d.C. hasta el siglo XII, el apogeo del poder y la influencia del cristianismo en Europa.
Incluso el Bizancio cristiano, que fue más exitoso que los Estados sucesores post-romanos del Oeste latino, nunca hizo ningún progreso significativo en ciencia y tecnología. Bajo la influencia cristiana, Europa retrocedió a una etapa neolítica de existencia. Esto está bien apoyado por pruebas arqueológicas recientes que revelan numerosas simplificaciones medievales de la anterior cultura material romana. El comercio, la industria y la agricultura presenciaron significativas decadencias en sofisticación técnica, productividad económica y resultados. El tamaño de la población también disminuyó debido a una declinación general en prosperidad y comodidad.
EL CRISTIANISMO: PORTADOR DE SUCIEDAD Y ENFERMEDAD
La censura eclesiástica y la supresión del conocimiento científico y técnico occidental facilitaron la difusión y transmisión de enfermedades a través de Europa. Eso funcionó en conjunto con la denigración cristiana del cuerpo humano como un vehículo para el pecado. En vez de buscar las causas naturales de las enfermedades, como los escritores Hipocráticos una vez lo hicieron, la doctrina oficial de la Iglesia desalentó la práctica de la medicina atribuyendo toda dolencia corporal a los resultados del pecado y la posesión diabólica. Aquello retardó el progreso en las artes sanatorias, dejando a Europa a merced de enfermedades durante cientos de años.
La negativa influencia del cristianismo en Europa es revelada por las tasas de mortalidad estimadas de la Peste Negra durante el siglo XIV, una de las pandemias más devastadores en la historia humana. Dicha mortalidad fue siempre considerablemente más alta en regiones y entre poblaciones donde el cristianismo resultó ser la religión dominante. Por ejemplo, aunque la plaga redujo la población del mundo musulmán en un tercio, eso fue todavía menos que las dos terceras partes estimadas para Europa. Esas diferencias macroregionales en mortalidad también son reflejadas en escalas geográficas mucho más pequeñas. Inglaterra bajo los Plantagenet perdió a la mitad de su población por la plaga, mientras que el Egipto mameluco perdió sólo un tercio.
Entre las poblaciones, los judíos tuvieron índices de mortalidad inferiores que los cristianos. Su aparente inmunidad a la enfermedad despertó las sospechas de sus contemporáneos europeos, que los implicaron en un complot clandestino para matar a cristianos. Como resultado, ellos fueron cruelmente perseguidos.
¿Por qué ocurrieron diferentes tasas de mortalidad entre musulmanes, judíos y cristianos? El judaísmo y el Islam han mantenido durante mucho tiempo la higiene personal como una parte integral de la práctica ritual diaria; el cristianismo, debido a su hostilidad contra el cuerpo, rechazó la higiene personal como mundana y materialista. La Iglesia en España, por ejemplo, con regularidad animaba a los creyentes a evitar bañarse para distinguirse mejor de los odiados moros y judíos. Las diferencias en limpieza física entre regiones geográficas enteras y poblaciones enteras mitigaron o exacerbaron los estragos de la peste bubónica.
El triunfo del cristianismo en la Antigüedad tardía devaluó la existencia física humana a los ojos de los europeos. La sexualidad humana era considerada como un mal necesario, a ser evitado excepto para la procreación en el matrimonio. La Iglesia también desalentó a los cristianos a bañarse porque la preocupación por el cuerpo era vista como un obstáculo para la salvación. Aunque estuvo muy cerca, la Iglesia no prohibió oficialmente la higiene personal. En vez de eso, los cristianos que gobernaron Europa permitieron que la gran red de baños públicos que una vez hubo en el Imperio, incluyendo los acueductos que les suministraban el agua, cayera en un estado de ruina permanente.
Jerónimo una vez dijo: "El que se ha bañado en Cristo no tiene ninguna necesidad de un segundo baño". Esa prescripción fue tomada en serio por los ascetas cristianos. Ellos practicaron la mortificación ritual de la carne rechazando lavarse. Ellos llevaban puestas las mismas ropas cada día hasta que quedaban reducidas a harapos. El hedor producido era conocido por los cristianos como "alousia" u "olor de santidad". Santas como Inés y Margarita de Hungría fueron reverenciadas por los cristianos debido al rechazo de ellas de la higiene física.
En la Regla de Benedicto de Nursia sólo a aquellos monjes que estaban enfermos y débiles se les daba permiso para bañarse. A los monjes que estaban en buena salud y a los jóvenes se los animaba a revolcarse en su propia suciedad y excremento. La regla de Benedicto fue la más influyente en la historia del monacato occidental. Fue adoptada por miles de comunidades religiosas medievales como un texto monástico fundacional.
EL CRISTIANISMO: PORTADOR DE VIOLENCIA Y MATANZA
La palabra oral es notoriamente ineficaz como un medio de difundir la propaganda religiosa. Eso explica por qué el crecimiento del cristianismo en gran parte no fue espectacular hasta principios del siglo IV. Por supuesto, la razón primaria para la cristianización del Imperio fue la conversión de Constantino a la nueva religión. La influencia del cristianismo en el Imperio fue continuamente reforzada e intensificada por medio de la legislación imperialmente coercitiva de sus sucesores. La cristianización también aprobó actos de violencia religiosa contra paganos, actos que contribuyeron de manera significativa al sensacional crecimiento de la religión en cantidad e influencia. Sin Constantino, y sin la violencia religiosa de sus sucesores, el cristianismo habría permanecido como sólo otra religión competidora en apartados lugares provinciales del Imperio, como el Mitraísmo o los Misterios Eleusinos.
La política imperial de cristianización fue ayudada adicionalmente por las ventajas intrínsecas de esa religión sobre sistemas de creencias filosóficos y religiosos rivales, haciéndola más aceptable para las masas. Eso facilitó su rápida difusión a través del Imperio hasta que, hacia el reinado de Teodosio a finales del siglo IV, la mayoría de las áreas urbanas eran predominantemente cristianas. Esas ventajas incluían la cultura igualitaria de la Iglesia cristiana. A diferencia del Mitraísmo, que era elitista, el cristianismo aceptaba a todos los potenciales reclutas, sin tener en cuenta las diferencias etno-lingüísticas o socio-económicas. Los cristianos de los tres primeros siglos practicaron una forma de comunismo primitivo. Eso atrajo a los crónicamente indigentes, así como a los aprovechadores. Otra ventaja era la simplicidad infantil de la doctrina cristiana.
La crisis del siglo III, donde reclamantes rivales lucharon unos contra otros por el título de César, fue un conflicto de aniquilación recíproca que duró décadas. Eso produjo una generalizada inestabilidad económica y perturbación civil. Esa interrupción de la vida diaria animó a hombres y mujeres a buscar refugio en las religiones de misterio, pero también en el cristianismo, que ofrecía respuestas fáciles en un mundo cada vez más caótico y feo. La religión cristiana prometía la vida eterna a aquellos que soportaran con éxito la tribulación en la Tierra.
La publicación del Edicto de Milán en 313 significó que los cristianos pasarían de ser una minoría perseguida a una mayoría perseguidora. Aunque había ocurrido persecución de disidentes religiosos antes de Constantino, tales acontecimientos fueron comparativamente raros. La "persecución" romana del cristianismo fue moderada y esporádica. No fue ni siquiera religiosa en su naturaleza, sino política: los cristianos rechazaban jurar lealtad al Estado mediante el ofrecimiento de un poco de incienso al genio del Emperador. Los cristianos no fueron tan perseguidos cuando fueron sometidos a la acción policial romana por desobedecer las leyes de la nación. En contraste, la persecución cristiana contra paganos y herejes fue completamente motivada por el odio religioso. Eso combinó la autoritaria legislación anti-pagana de los Emperadores con la intolerancia del clero y la violencia de las turbas cristianas.
Las primeras leyes represivas contra el paganismo fueron promulgadas por Constantino. En 331 él publicó un edicto que legalizaba la incautación de propiedades de los templos. Eso fue usado para enriquecer los cofres de la Iglesia y embellecer su ciudad de Constantinopla. Él desvió fondos municipales desde las curiae [divisiones administrativas] a la tesorería imperial. Las curiae usaban esos fondos para la construcción y renovación de templos, así como para banquetes, procesiones y festivales paganos. La redirección de fondos municipales disminuyó considerablemente la influencia del paganismo en la esfera pública. Constantino también mostró preferencia por los cristianos cuando consideraba a posibles candidatos para cargos gubernamentales. Por primera vez en la historia del Imperio, la conversión al cristianismo fue considerada una proposición atractiva.
Los templos y estatuas paganos fueron primero vandalizados y destruídos bajo Constantino. Los cristianos creían que esa primera ola de iconoclastia era en cumplimiento de la orden bíblica: "Sus altares destruirás, sus estatuas romperás, y cortarás sus arboledas... porque Yahvé, cuyo nombre es Celoso, es un dios celoso" (Éxodo 34:13-14). La iconoclastia cristiana más temprana incluyó la destrucción parcial de un templo de Asclepio en Cilicia y la destrucción en Fenicia de templos dedicados a Afrodita (ca. 326 d.C.). Los hijos de Constantino, Constante y Constancio II, siguieron los pasos de su padre. En 341 Constante publicó un edicto que prohibía el sacrificio de animales. En 346 Constante y Constancio II promulgaron una ley que ordenaba el cierre de todos los templos. Esos Emperadores fueron incitados por el fanático cristiano Fírmico Materno quien, en un exhortación dirigida a ambos Emperadores en 346, pidió "la aniquilación de la idolatría y la destrucción de templos profanos". El hecho de que los paganos siguieran ocupando importantes cargos en la administración imperial hizo difícil legislar la destrucción activa de templos, estatuaria e inscripciones sin enajenarse a un gran segmento de la población del Imperio. Sin embargo, los hijos de Constantino hicieron la vista gorda ante actos privados de vandalismo y profanación por parte de cristianos.
Después de la muerte de Constancio II, Juliano fue hecho Emperador en 361. Habiendo estado bajo la influencia de tutores paganos en su juventud, él desarrolló un odio profundo contra la "locura galilea". Su acceso al trono permitió que él anunciara su conversión al Helenismo sin temer una venganza. Juliano empezó a revertir la legislación anti-pagana primero decretada por su tío. Él volvió a abrir los templos, restauró su financiación y devolvió los bienes confiscados; él renovó templos que habían sido dañados por vándalos cristianos; él derogó las leyes contra el sacrificio y prohibió a los cristianos enseñar a los clásicos. El renacimiento de Juliano de la práctica religiosa pagana fue interrumpido en 363, cuando él resultó muerto en batalla contra los persas sasánidas.
Su sucesor Joviano revocó los edictos de Juliano y restableció el cristianismo como la religión más favorecida en el Imperio. Los Emperadores que vinieron después de Joviano estuvieron demasiado ocupados con la invasión bárbara para estar preocupados por riñas religiosas internas; era más práctico simplemente mantener la tolerancia impuesta a paganos y cristianos por igual por el Edicto de Milán. El conflicto anti-pagano se agudizó nuevamente con Graciano. En 382 él enfureció a los paganos al quitar del Senado el altar de la Victoria. Aquel mismo año Graciano publicó un decreto que acabó con todos los subsidios a los cultos paganos, incluyendo a cleros como las Vírgenes Vestales. Él además se alienó de los paganos al rechazar la insignia de Pontifex Maximus.
El año 389 Teodosio comenzó su guerra total contra la vieja religión estatal romana aboliendo los días de fiesta paganos. Según los decretos del Emperador, el paganismo era una forma de "locura natural y obstinada insolencia" difícil de desarraigar, a pesar de los terrores de la ley y las amenazas de exilio. Eso fue seguido por más legislación represiva en 391, que instituyó de nuevo la prohibición de sacrificios, prohibió la visitación de santuarios y templos paganos, acabó con subvenciones imperiales a los cultos paganos, disolvió a las Vírgenes Vestales y criminalizó la apostasía. Él rechazó devolver el altar de la Victoria a la casa del Senado, en desprecio de demandas paganas. Cualquiera que fuese sorprendido realizando sacrificios de animales o adivinación debía ser detenido y muerto. En aquel mismo año, el Serapeum, un enorme complejo del templo que albergaba a la Gran Biblioteca de Alejandría, fue destruído por una turba de fanáticos cristianos. Ese acto de vandalismo cristiano fue un gran golpe psicológico para la organización pagana.
Los paganos, descontentos con la revolución cultural imperialmente patrocinada que amenazaba con aniquilar las tradiciones ancestrales de Roma, se reunieron alrededor del usurpador Eugenio. Él fue declarado Emperador por el jefe militar Arbogasto (que era Franco) en 392. Nominalmente cristiano, Eugenio tenía simpatía por la grave situación de los paganos en el Imperio y albergaba una cierta nostalgia por la Roma pre-cristiana. Él restauró las subvenciones imperiales a los cultos paganos y devolvió el altar de la Victoria al Senado. Eso enfadó a Teodosio, Emperador en el Este. En 394 Teodosio invadió el Oeste y derrotó a Eugenio en la batalla de Frigidus en Eslovenia. Eso acabó con el último desafío pagano serio al establecimiento del cristianismo como la religión oficial del Imperio.
Los apologistas del cristianismo sostienen que la legislación anti-pagana imperial era más retórica que realidad; su imposición habría sido difícil en ausencia de un aparato estatal policiaco moderno. Esa objeción es contradicha por la evidencia arqueológica y epigráfica. Primero, en base al análisis estratigráfico de templos urbanos, la actividad de culto había cesado prácticamente hacia el año 400, después de la publicación de los decretos Teodosianos. Segundo, la construcción y renovación de templos disminuyeron considerablemente bajo los Emperadores cristianos. En África y Cirenaica la construcción de templos y renovación de inscripciones son mucho más comunes bajo la primera tetrarquía que bajo la dinastía Constantiniana, cuando los paganos todavía constituían una significativa mayoría de ciudadanos en el Imperio. Hacia el final del siglo IV la autoritaria legislación de los Emperadores cristianos había debilitado seriamente la fuerza y la vitalidad de los viejos cultos politeístas.
Los Emperadores no se detuvieron con el cierre de sitios religiosos paganos. En 435 d.C. un triunfante Teodosio II publicó un edicto que ordenaba la destrucción de todos los santuarios y templos paganos a través del Imperio. Él incluso decretó la pena de muerte para los magistrados cristianos que dejaran de hacer cumplir el edicto. El Código de Justiniano, publicado entre 529 y 534, prescribe la pena de muerte para la observancia pública de ritos y rituales helénicos; los paganos conocidos debían buscar instrucción en la fe cristiana o arriesgaban la confiscación de su propiedad; sus niños debían ser confiscados por funcionarios del Estado y convertidos a la fuerza a la religión cristiana.
El cierre imperialmente decretado de todos los templos urbanos dio origen a la privatización de la adoración politeísta. Aquello exacerbó más aún la decadencia de los cultos religiosos paganos debido a la naturaleza dependiente de objetos de la práctica ritual, la que no podía ser totalmente realizada en ausencia de estatuaria, procesiones, festivales, banquetes pródigos y edificios monumentales. En áreas urbanas, la legislación imperial fue claramente eficaz. Ella fue despiadadamente impuesta por cristianos profesionales y magistrados celosos, que usaron la fuerza adicional del ejército romano para conseguir lo suyo, sobre todo cuando fallaban la predicación y el ejemplo público.
Los ritos y rituales paganos todavía eran observados en santuarios y templos rurales durante algún tiempo después de la clausura de centros urbanos de adoración. Aquéllos estaban en lugares apartados y eran más difíciles de cerrar. Hombres de Iglesia como el apasionado Juan Crisóstomo, conocedores de ese hecho, exhortaron a la rica clase terrateniente del Este a convertir a los paganos en sus propiedades rurales. Aquellos que permitían la adoración pagana en sus propiedades eran tan culpables de violar la legislación imperial anti-pagana como los paganos mismos. Evangelistas cristianos itinerantes, como Martin de Tours, se diseminaron a través del campo, ganando almas para Cristo mediante una campaña de intimidación, acoso y violencia. Al final, la agresiva evangelización, la privatización de la práctica religiosa pagana y la marginación social aseguraron la muerte del paganismo en áreas rurales. La cristianización del Imperio estaba completa hacia 600 d.C., aunque no es claro hasta qué punto Cristo fue considerado como sólo otra deidad para ser adorada junto a los antiguos dioses paganos.
El cristianismo es una forma de pensamiento mágico. No puede ser propagado a gran escala por medio de una persuasión racional. Nadie puede explicar cómo resucitó Jesús de entre los muertos, cómo Dios subsiste como tres personas en una, o cómo una Biblia que enseña una cosmología de una Tierra geocéntrica y plana es una guía infalible hacia la verdad universal. Ésos son "misterios". Eso es lo que hace tan peligroso al cristianismo. La conversión, a menos que sea hecha por ganancia o bajo la amenaza de la fuerza, es un asunto emocional. Nadie es "razonado" para ingresar al cristianismo. Aquella persona debe ser lo suficientemente crédula para aceptar las enseñanzas de la fe cristiana sin cuestionarlas o debe ser convertida a la fuerza a punta de espada. Fue mediante esto último que los cristianos fueron capaces de difundir su evangelio más allá de las fronteras imperiales, convirtiendo nominalmente a toda Europa hacia el siglo XIV.
La difusión del cristianismo no puede ser entendida aparte del uso de la fuerza. Los bárbaros que invadieron el Imperio occidental tuvieron que convertirse al cristianismo tan pronto como pusieron pie en territorio romano. La conversión a la religión era una condición de su migración y establecimiento en suelo imperial. A ellos no les hubiera sido permitido participar en la sociedad romana como paganos. Las misiones cristianas localizadas más allá de las fronteras imperiales se concentrarían típicamente en la conversión de gobernantes bárbaros y sus cortes. Una vez que al rey se le hacía aceptar la nueva religión, él obligaría entonces a sus seguidores a convertirse junto con él. Ese patrón surgió temprano en la cristianización de Europa. Esos reyes eran los "nuevos Constantinos", porque ellos abrazaron el cristianismo a menudo después de invocar a Cristo para conseguir la victoria en alguna batalla, como Constantino durante la batalla del Puente Milvio en 312, y luego impusieron la religión a la aristocracia y al pueblo. Entre los más tempranos de esos nuevos Constantinos estuvo Cædwalla, el rey del siglo VII de Wessex. Él invadió la isla de Wight y exterminó a la mayor parte de los jutos que vivían allí. Cædwalla los sustituyó con sajones del Occidente cristiano y obligó a los sobrevivientes a convertirse al cristianismo a punta de espada. Otro fue Edwin, el rey del siglo VII de Northumbria, que usó una mezcla de soborno y amenazas para convertir a la aristocracia y al pueblo a la nueva religión.
Después del colapso del Oeste, el cristianismo permaneció confinado entre el río Elba en el Norte y el Danubio en el Sur en Europa continental, hasta el año 1000. Los bárbaros motivados por avaricia y sed de poder fueron la fuerza impulsora detrás de la renovada expansión territorial de la cristiandad medieval. Ellos habían quedado impresionados por la riqueza, opulencia y poder de Constantinopla y los dominios Francos, y querían eso para ellos. Para el jefe militar pagano, el cristianismo era algo fundamentalmente de culto de apariencias. Si sólo su bárbara corte desplegara toda la parafernalia de la religión cristiana, ¡él sería tan rico como el Emperador en Constantinopla!
En una ilustrativa anécdota, el cronista medieval Notker el Tartamudo capturó correctamente la mentalidad de los bárbaros convertidos al cristianismo. En el siglo IX los daneses afluían a la corte franca de Luis el Piadoso para someterse al bautismo. A cambio de la conversión, Luis daría a cada hombre flamantes ropas y armas. Una vez, cuando Luis se quedó sin esos artículos para dar a los futuros conversos, él tenía unos retazos cosidos juntos como una tosca túnica y se la dio a un viejo danés que había sido bautizado aproximadamente veinte veces antes. "Si no fuera porque yo estaba avergonzado de mi desnudez, te devolvería tanto la ropa como tu Cristo", contestó el danés muy enojado.
El rey Esteban de Hungría, loco por el poder, forzó a sus súbditos a convertirse al cristianismo, a comienzos del siglo XI. Él creía que la cristianización de su reino lo haría tan poderoso e influyente como Bizancio. Fueron decretadas leyes que prohibían la práctica ritual pagana. Esteban ordenó que todos los magiares asistieran a la iglesia cada domingo y observaran la Cuaresma y los días de ayuno. El no obedecer esa draconiana legislación era tratado severamente. El comer carne durante la Cuaresma era castigado con encarcelamiento; trabajar en domingo era castigado con la confiscación de las herramientas y bestias de carga. La pena legal por murmurar durante un servicio de iglesia era rapar la cabeza, acompañado por severos azotes. Los "magiares negros" que se resistieron a la conversión forzada de Esteban de Hungría fueron cruelmente suprimidos. Muchos fueron torturados y luego cegados por los soldados cristianos de Esteban, que estaban furiosos por la intransigencia de sus enemigos paganos. Esos hombres prefirieron la muerte a la vergüenza y la deshonra de ser bautizados a la fuerza en una religión y cultura semítica extranjera.
La cristianización en Polonia desató una similar ola de violencia. Mieszko I a la fuerza cristianizó a Polonia para reforzar su control sobre el país y evitar la conversión forzada por los Francos del Este. La idolatría fue suprimida mediante la destrucción de ídolos y santuarios paganos, confiscación de propiedades y decapitación de aquellos que rechazaban convertirse. Aunque sobrevive muy poca legislación cristiana del reinado de Mieszko, su sucesor Boleslaw I el Bravo decretó que se le rompieran los dientes a un hombre que se negase a observar el ayuno cuaresmal. La fornicación era castigada clavando el escroto de un hombre a un puente y dándole a elegir entre la muerte y la castración.
La brutalidad de esos métodos condujo a una gran reacción pagana ante la cristianización de Polonia. Los paganos se vengaron matando a sacerdotes cristianos y destruyendo iglesias. A mediados del siglo XI dicha tierra estaba sumergida en el caos, la Iglesia cristiana en Polonia fue casi borrada, y la dinastía de Mieszko fue temporalmente expulsada del poder.
Las Guerras Sajonas de Carlomagno, que duraron entre 772 y 804, fueron la primera vez en la Historia que el cristianismo fue usado como un instrumento de conquista imperialista. Carlomagno inició hostilidades formales destruyendo monumentos paganos en Sajonia. En 782 Carlomagno vengó prontamente una derrota de los francos a manos sajonas masacrando a 4.500 sajones en una salvaje represalia. Las Capitulaciones de los Sajones de 785 ordenaban la pena de muerte para cualquier sajón atrapado resistiéndose al bautismo u observando prácticas paganas.
Los gobernantes convirtieron a los paganos al cristianismo mediante el uso de la fuerza por motivos de auto-engrandecimiento personal. Miguel III, Emperador en Constantinopla, obligó al khan búlgaro Boris a aceptar el rito ortodoxo oriental en 864, después de que éste fuera derrotado en batalla. La cristianización forzada permitió que Miguel ampliara su esfera de influencia en los Balcanes. Bulgaria fue inundada entonces con clero bizantino, el cual, con la ayuda del ejército de Boris, comenzó una campaña a escala nacional para demoler todos los sitios sagrados paganos. Los boyardos acusaron al khan de aceptar leyes que amenazaban la estabilidad y la autonomía del Estado. En 866 ellos se rebelaron contra la cristianización forzada del país por parte del khan, pero fueron suprimidos con gran crueldad. En la década final del siglo IX, el hijo mayor de Boris, Vladimir, que se convirtió en el gobernante de Bulgaria, trató de eliminar el cristianismo y restaurar el paganismo. En ese esfuerzo, él fue apoyado por los boyardos. Vladimir ordenó la matanza de sacerdotes cristianos y la destrucción de iglesias. El khan Boris fue obligado a dejar su retiro monástico y a suprimir la rebelión. Vladimir fue depuesto, cegado y encarcelado en un calabozo, para nunca más tenerse noticias de él otra vez.
Hacia los siglos XII y XIII fueron lanzadas cruzadas para convertir al cristianismo a los pueblos autóctonos de Escandinavia y de la región báltica. Hubo cruzadas contra los wendos, los finlandeses, los livonios (letones y estonios), los lituanos y los prusianos. Bernardo de Claraval, un reformador monástico, pidió el exterminio cultural y físico de los europeos del Norte que se resistían a la conversión forzada a la religión cristiana.
¿QUÉ HA HECHO EL CRISTIANISMO POR EUROPA?
El cristianismo es un culto violento, destructivo y criminal. Es peligroso por los siguientes motivos: 1) Dicha religión promueve la supervivencia de los enfermos, los débiles y los estúpidos a costa de la buena higiene racial. Eso disminuye drásticamente el CI de la población y la capacidad para el logro civilizacional; y 2) el culto se basa en la fe ciega en vez de la persuasión racional, lo que ha resultado en largos períodos de generalizado caos y matanza, especialmente durante la cristianización de Europa. Esos peligros fueron incluso notados por escritores paganos contemporáneos, quienes inmediatamente reconocieron la amenaza que un cristianismo triunfante representaría para la supervivencia de la cultura occidental.
El cristianismo nunca "civilizó" o "domesticó" a los europeos. Por el contrario, los europeos fueron obligados a soportar una existencia neolítica cuando los cristianos estaban en el apogeo de su poder e influencia. La Iglesia envió a los hombres de genio a monasterios o los hizo consagrar para el sacerdocio. Eso les impidió transmitir sus genes, lo que tuvo como consecuencia un significativo efecto disgenésico que disminuyó el CI europeo colectivo. Sólo la ciencia y la razón paganas de la Antigüedad clásica pudieron "domesticar" de nuevo a los europeos después de 500 años de una total oscuridad intelectual.
Algunos apologistas cristianos argumentan que la Iglesia defendió exitosamente a Europa de la invasión, pero nada podría estar más lejos de la verdad. La confiscación de Carlos Martel de la propiedad de la Iglesia para defender a Europa de intrusos musulmanes se encontró con una significativa oposición eclesiástica. Si la Iglesia hubiera tenido éxito en retener los fondos necesarios, toda Europa habría sido reducida a una provincia del califato omeya. Sin embargo, Martel fue incapaz de perseguir a los sarracenos a través de los Pirineos y desalojarlos de su fortaleza andaluza. Los musulmanes seguirían su ocupación de la Península ibérica durante 800 años, hasta su expulsión final por Fernando e Isabel a finales del siglo XV. El Sudoeste de Francia e Italia eran periódicamente asaltados y a veces controlados por invasores musulmanes. El emirato de Sicilia duró más de dos siglos. Incluso después de la conquista normanda, una significativa presencia musulmana permaneció en la isla. Los musulmanes de Sicilia fueron finalmente expulsados a mediados del siglo XIII. Las cruzadas para volver a tomar la Tierra Santa (1095-1291), que estaba en manos de los sarracenos, una serie de operaciones militares en gran escala bajo el liderazgo conjunto del Papado y la aristocracia feudal, no lograron conseguir su objetivo primario. En 1204 los cruzados cristianos saquearon Constantinopla en una orgía de destrucción, saqueo y asesinato. Los cruzados causaron tanto daño que los bizantinos fueron incapaces de resistir a sus conquistadores otomanos en 1453.
El cristianismo no proporcionó ninguna defensa adecuada de Europa. La Iglesia sólo hizo lo suficiente para mantenerse a sí misma como una institución viable. En el proceso, la Iglesia debilitó a Europa, haciéndola madura para la conquista por los califatos omeya y otomano.
Los apologistas cristianos reconocen de manera incierta que aunque el cristianismo dificultó el progreso científico y tecnológico, aun así hizo "contribuciones" a campos tan diversos como la arquitectura y la filosofía. Al examinarlas más de cerca, esas "contribuciones" no son ni "cristianas" ni dignas de ser consideradas como "contribuciones". Las grandes iglesias de la Edad Media son frecuentemente sacadas a relucir, pero ellas tienen su origen en métodos romanos de edificación. La cúpula, el arco y la bóveda, los rasgos típicos del estilo arquitectónico románico medieval, son todos tomados prestados de la arquitectura romana imperial de tiempos pre-cristianos. El plano arquitectónico básico de la mayoría de las iglesias medievales es la basílica romana, un edificio público reservado para propósitos oficiales. Incluso el estilo gótico que suplantó al románico todavía empleaba características arquitectónicas de origen romano. La bóveda de crucería que era típica de la arquitectura gótica fue originalmente usada en el coliseo romano de Vespasiano y por Adriano en la construcción de su casa de campo (villa) en Tibur.
A la vez que reconociendo al estilo románico como un "logro", el religionario cristiano convenientemente ignorará la desaparición casi total en Europa occidental de los métodos romanos de construcción durante casi 300 años. Aquello fue un resultado directo de la supresión activa por parte de la Iglesia del conocimiento científico y técnico occidental. Desde la finalización del mausoleo de Teodorico en Rávena (año 520) hasta la consagración de Aquisgrán (Aachen) en 805, nada de significación monumental fue construído en Europa occidental. Durante el período intermedio, los europeos, al igual que sus antepasados neolíticos, habían vuelto al uso de materiales perecederos para su uso en la construcción.
Los apologistas del cristianismo mencionarán a Tomás de Aquino y el escolasticismo como puntos destacados de no sólo el desarrollo intelectual medieval sino europeo, aunque Tomás retrasó el progreso científico y tecnológico europeo en cientos de años. El escolasticismo era un objeto de burla y ridiculización durante el Renacimiento. Los religionarios mencionan la "contribución" cristiana de la universidad, inconscientes de las muchas instituciones de aprendizaje superior que existieron e incluso prosperaron en el mundo antiguo. Las primeras universidades medievales enseñaban escolasticismo, de modo que estuvieran en la primera línea en la guerra cristiana contra los valores paganos de curiosidad intelectual, amor al progreso de por sí, y racionalidad empírica.
En la mente religiosa cristiana, la ciencia y la tecnología son de origen cristiano porque los hombres que hicieron descubrimientos e invenciones durante la Revolución Científica eran cristianos nominales, como Galileo y Newton. Ese argumento es tan absurdo como sostener que la invención griega de la lógica, la retórica y las matemáticas fue el resultado de creencias teológicas paganas griegas porque Aristóteles y otros científicos y filósofos antiguos eran paganos. No, esos hombres eran "cristianos" porque las declaraciones públicas de ateísmo eran peligrosas en una época donde hasta la especulación teológica más inofensiva podía manchar reputaciones y destruír carreras. Es un luminoso tributo al coraje y la honestidad de esos hombres el que ellos fueran capaces de abandonar la confianza del cristianismo en la credulidad, a menudo ante la censura pública, y conscientemente abrazaran de nuevo los valores epistemológicos paganos que produjeron el "milagro griego" dos mil años antes de la Revolución Científica.
Los religionarios cristianos afirman que el Nuevo Testamento, una colección de garabatos infantiles escritos por bárbaros semi-analfabetos, es una gran contribución a la civilización occidental. Como ha sido indicado durante generaciones, dicha obra es notoria por su uso de una mala gramática y un estilo literario no refinado. Gran parte de él fue compuesto por judíos que no eran ni siquiera fluídos en el griego koiné. En general, el Nuevo Testamento es una producción inferior comparada con los escritores más mediocres de la prosa ática. Incluso Jerónimo, el traductor de la Vulgata, expresó su desprecio por el estilo literario tosco y simple de la Biblia. Él prefería en cambio el elegante latín de Cicerón.
¿En qué ha contribuído el cristianismo a Europa? La respuesta es: ¡en nada!. No en arte, cultura, monumentos arquitectónicos, ciencia o tecnología. El cristianismo fue un masivo desperdicio del potencial intelectual y físico europeo. Además, el cristianismo casi destruyó Europa.
La Iglesia eliminó más del 99% de la literatura antigua, incluyendo obras de ciencia, matemáticas, filosofía, ingeniería y arquitectura. Aquélla fue la campaña más grande de censura y supresión literaria en la Historia, un acto de genocidio cultural y físico que casi desconectó a la Europa medieval de los grandes logros de la Antigüedad clásica. Aquello fue un genocidio cultural porque la Iglesia casi borró una civilización entera y su cultura; fue un genocidio físico porque la deliberada erradicación que hizo la Iglesia del conocimiento secular colocó a millones de vidas en peligro, sometiéndolos innecesariamente a los estragos de la enfermedad, la guerra, el hambre y la pobreza.
Lejos de ser en gran parte benigna, la Iglesia cristiana es una mafia religiosa enloquecida por el poder. Tiene la exclusiva responsabilidad de haber perpetrado los más grandes crímenes de la Historia contra los europeos. ¿Durante cuánto tiempo la Iglesia cristiana escapará al castigo por esa maldad criminal? Ninguna otra religión ha causado tanto sufrimiento y tanto daño a Europa como esta sífilis espiritual conocida como cristianismo.
SEGUNDA PARTE:
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